No es la primera vez que ocurren tragedias con migrantes como la más reciente de San Antonio, Texas, donde casi cincuenta personas perdieron la vida en su sueño de conseguir trabajo mejor pagado, suficiente para vivir y para enviar a los familiares que se dejan atrás en el país de origen. Cualquier pérdida de vida es una tragedia, en el caso de los migrantes es provocada por otra: por escapar de un país que no genera condiciones labores adecuadas para no tener necesidad de salir de él.

Los fenómenos migratorios son multicausales. El contexto político, como durante décadas ocurrió en El Salvador y otros países de la región, llevó a mucha gente a escapar de sus países ante la inseguridad provocada por las guerrillas. Un contexto donde hay guerrillas no permite que la inversión, nacional o internacional logre fluir y convertirse en fuentes de empleo. Muchos países están condenados a tener economía de subsistencia sin posibilidad de desarrollo y crecimiento. Dicho contexto provoca que parte de la población busque oportunidades en otros países.

La travesía es dura y las más de las veces se pone la vida en juego a lo largo de todo el camino. Realmente se requiere mucho valor para salir de sus países sin documentos y, la mayoría de las veces sin dinero. Las personas que se van no solo tienen espíritu aventurero, sino que tienen iniciativa, también en algunos casos desesperación y están dispuestos a correr riesgos. Por ello, no sorprende que muchos de los que logran llegar, en Estados Unidos consiguen tener un mejor nivel de vida y en varias ocasiones se convierten en empresarios. De tener oportunidad en sus países de origen, posiblemente serían los empresarios que se necesitan para crear empleos.

El país al que llegan los necesita. Tan es así, que se integran al mercado de trabajo, en condiciones de explotación laboral, que aun así son mejores a las de su país de origen. De otro modo, el flujo migratorio se detendría. La economía más grande del mundo requiere mano de obra barata, que sale de nuestros países y que, si consiguen llegar, por lo menos inicialmente reciben bajos salarios. Lo lamentable es que dicha remuneración, por baja que sea, las más de las veces es suficiente para cubrir los gastos propios y para enviar a la familia que se queda en sus países natales. Estos envíos de dinero se contabilizan como “remesas”, es decir, transferencias del resto del mundo hacia los países de origen. En México es una de las principales fuentes de divisas, es decir, somos exportadores de mano de obra.

Tragedias como la de Texas seguirán ocurriendo mientras cada país no haga su propio trabajo. Es a Gobierno, Empresarios y Sociedad a quienes nos corresponde crear condiciones para que se generen empleos decorosos que eviten la migración por falta de oportunidades. No es problema de Estados Unidos, el problema es nuestro. A nosotros nos toca invertir y crear condiciones para que la inversión se traduzca en empleos con remuneración adecuada. Que se sigan dando fenómenos migratorios no es más que una señal de que nos hemos fallado a nosotros mismos.

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Existen cada vez más señales que apuntan a una recesión internacional. No sólo se trata de la caída del valor de las criptomonedas, que no tienen ningún valor intrínseco, sino que los principales indicadores bursátiles también han caído y ahora empresas grandes como Tesla, de uno de los hombres más ricos del mundo, ha empezado a reducir su plantilla laboral. Por otra parte, la política monetaria internacional está incrementando las tasas de interés, lo que encarecerá el crédito y reducirá la inversión. Todavía está por verse el impacto de estas medidas, pero el contexto internacional indica que definitivamente hay que estar preparados para una recesión mundial.


 Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School. 


 

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