Una característica de la democracia norteamericana es que pueden tener a un presidente poco grato para cierta parte de la población, pero en cuatro años tienen la posibilidad de cambiarlo. Eso es justamente lo que acaba de ocurrir con nuestros vecinos del norte y lo que podría ocurrir en México si en el voto de revocación de mandato se imponen los opositores al actual presidente, eso está por verse.

A pocas horas de la investidura presidencial, Biden reincorporó a Estados Unidos en los acuerdos de París, que implican que este país deberá tener una transición hacia una economía con mayor sustentabilidad y con una abierta cruzada contra el cambio climático. En México las cosas tendrán que cambiar, pues las inercias internacionales son tan fuertes que la política energética tendrá que implicar un mayor uso de fuentes de energía renovable.

Hace veinte años, un candidato con una agenda prioritariamente ecológica disputó la elección presidencial del país más poderoso del mundo en lo que fue un proceso electoral muy controvertido, tanto así que pasaron varios días antes de que se anunciara que el siguiente presidente sería George Busch Jr. y que Al Gore perdía la contienda. Veinte años después tenemos un escenario semejante, pero ahora el resultado fue en favor de un político que ha contemplado en su agenda el tema del calentamiento global y ha dado los primeros pasos para reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

La batalla contra el cambio climático no es nueva y tiene muchos frentes. Probablemente en Europa es donde se han tomado decisiones más drásticas para tener una economía ambientalmente sustentable, pero Estados Unidos se ha mostrado renuente al respecto. Por lo tanto, que ahora sea parte de la agenda política del presidente es una buena noticia para quienes pensamos que la barbarie ecológica es una realidad y que debemos hacer algo para revertir el daño que hemos provocado al medio ambiente.

Este cambio en la política ambiental tendrá su impacto en México. En medios de comunicación diversas voces han denunciado que la política energética del actual Gobierno no es respetuosa del medio ambiente. En ocasiones la han considerado como de abierta oposición a fuentes de energía renovable. La réplica gubernamental ha sido que estas fuentes de energía implican intermitencia, es decir, momentos en los que podría no generarse suficiente energía y, por lo tanto, se requieren otras fuentes que permitan tener un flujo continuo. En todo caso, el Gobierno actual no ha sabido defender su postura ni en tribunales ni ante la opinión pública. Esto tendrá que cambiar. Tanto en el discurso como en la práctica la política energética tendrá que fortalecer el espectro de la sustentabilidad ambiental.

El mundo entero se está moviendo en esa dirección y México no puede rezagarse. Actualmente ya existe tecnología suficiente para genera energía amistosa con el medio ambiente. No sólo eso, es posible hacer uso de los residuos sólidos, tanto urbanos como industriales y del sector agrícola, para generar electricidad. La tecnología existe, es tiempo de mirar hacia allá. México puede y debe acelerar la transición energética que permita contribuir de un modo más intenso en el combate al cambio climático.

El sector energético es sólo un frente de batalla en la lucha por rescatar al medio ambiente. La generación de residuos y el cuidado del agua son temas de vital importancia. Los residuos o basura, pueden degradar tanto al medio ambiente que la vida humana podría no tener cabida en un entorno contaminado. Algo semejante ocurre con el agua: la menor disponibilidad de este vital recurso está poniendo en jaque a la vida misma. El tema no es trivial y es tiempo de que en nuestro país se tome con seriedad el tema ambiental y la lucha contra el cambio climático. El nuevo Gobierno en Estados Unidos seguramente contribuirá a que el tema ecológico tenga mayor prioridad en el Gobierno de México. Esto lo veremos muy pronto.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón, UNAM.

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