En la última década del milenio pasado en el Estado de México se estableció un programa de seguridad pública que buscaba reducir la corrupción de la policía estatal. Para ello incorporaron a mujeres al cuerpo policial, la premisa era simple: las mujeres son menos propensas a la corrupción y con dicha acción se reducirían las “mordidas” del cuerpo policial. No ocurrió así. Lo que quedó demostrado es que la corrupción, al igual que el alcoholismo, es muy democrática: no respeta género, posición social ni edad. Ahora que por primera vez en la Historia del país tendremos una mujer en la presidencia es muy probable que se tenga un fuerte empoderamiento femenino, pero está por verse si lo hacen mejor, si son más eficientes y si son menos corruptas que los hombres.

Como humanidad tenemos una deuda histórica con las mujeres. Probablemente en la antigua Grecia es donde se tuvo mayor empoderamiento femenino, ejemplo de ello es que una importante ciudad, Atenas, fue nombrada en honor de Atenea, y esta diosa era considerada como ejemplo de astucia y valor, tanto así que en La Odisea, Ulises logró sus proezas no sólo por su inteligencia, sino gracias al apoyo de esta deidad. Fuera de ese momento histórico fueron contadas las ocasiones en que al género femenino se le dio oportunidad de alcanzar puestos importantes y, cuando surgieron las universidades, de educarse y formarse profesionalmente igual que los hombres. Esta deuda histórica apenas se está pagando, en algunos lugares del mundo, como en los países de Medio Oriente, ni siquiera han comenzado a saldar esta deuda.

Era justo y necesario que se permitiera a más de la mitad de la población, la femenina, incorporarse al mercado laboral y escalar en altos niveles tanto en el sector público como en el privado. Poco a poco se observa que las direcciones de grandes empresas son ocupadas por mujeres. Lo mismo ocurre en política: el número de gobernadoras ha venido creciendo al paso de los años. Finalmente ocurrió en la presidencia.

Varios nombramientos en el gabinete de la presidenta electa han sido de mujeres. Lo más probable es que, cual fractal, esto se refleje tanto en los mandos altos, medios y bajos. Por lo tanto, lo esperado es que se dé un importante impulso al empoderamiento femenino. Enhorabuena.

“Un gran poder trae consigo una gran responsabilidad” dice la frase célebre de un personaje comic. Es cierta. Llevar a cuestas la administración de un país no es poca cosa. Por lo tanto, la responsabilidad femenina ahora es mayor que antes. Esperemos que con ello también se incremente las oportunidades para ellas y que se reduzca o, mejor aún, elimine la lastimosa diferencia salarial que existe entre hombres y mujeres. El empoderamiento femenino también ayudará a verificar si es verdad que las mujeres son menos propensas a la corrupción y a la mala, o sólo se trata de un estereotipo de género. Esto lo veremos en seis años.

Hubo un intento por desacreditar el proceso electoral. Con la cantidad de votos emitidos y el porcentaje obtenido por la candidata ganadora era realmente ridículo utilizar cualquier artimaña jurídica para anular el proceso. Lo único que demuestra es que, quienes impugnaron, son malos perdedores. Así es que en poco tiempo tendremos a la primera presidenta y con ello un fortalecimiento del empoderamiento femenino. Bien por seguir pagando la deuda histórica, ahora lo que sigue es ver, y desear, que hagan u papel más decoroso que sus contrapartes masculinas.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM

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