Darío Ibarra

El riesgo de futuras catástrofes

02/01/2022 |03:00
Redacción El Universal
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Una buena manera de comenzar el año es evaluando los riesgos y oportunidades económicas del tiempo venidero. Para la mayoría de los países el 2021 fue un año de recuperación, si bien no plena y las más de las veces, sin alcanzar los niveles de empleo y actividad económica que previa a la pandemia, definitivamente en materia económica nos encontramos mejor ahora que hace un año. Sin embargo, hay al menos dos riesgos importantes en la economía mundial: el crecimiento de la deuda tanto pública como privada, y calentamiento global.

La mayoría de los economistas, sobre todo los formados en la escuela neoclásica, no ponen atención a la deuda privada y se centran en la pública. El déficit del sector público, cuando es pronunciado y constante, se puede convertir en un obstáculo para el crecimiento económico, pues provoca que parte de los ingresos públicos se destinen al pago de intereses en lugar de servir para crear infraestructura que permita un mayor desarrollo. La deuda privada, por otra parte, sostienen que es irrelevante para la economía, toda vez que se trata de movimiento de recursos de los ahorradores a los entes económicas deficitarios; la suma de los ahorros más los créditos es igual a cero, por lo tanto, en el agregado no pasa nada. Ese es su argumento. Muchos auténticamente lo creen.

Afortunadamente el propio empieza a dar seguimiento al crecimiento de la deuda privada, que puede provocar que tanto empresas como familias puedan tener un nivel de endeudamiento tal que en algún momento dado no puedan pagar intereses ni amortizar deuda. Un evento aislado no tiene ningún riesgo para la economía, el problema es cuando se generaliza y gran parte de las familias o empresas no pueden pagar sus deudas, se desata una crisis financiera que puede tener alcances globales. Esta hipótesis puede ayudar a entender la crisis de 2008, donde los créditos hipotecarios no eran mas que un caso particular de endeudamiento del sector privado. El extraordinario crecimiento de la deuda tanto pública como privada es un factor de riesgo que podría devenir en una nueva crisis financiera semejante a las de 2008 o posiblemente de mayor magnitud dado el nivel de endeudamiento actual.

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El otro riesgo es el climático. Una excelente comedia sobre el posible fin del mundo se puede ver en una película que se puso de moda hace unos días: “no mires hacia arriba”, donde un par de astrónomos que descubren un asteroide que colisionará con la Tierra se enfrentan a la indiferencia de la población, que prefiere entretenerse con los noviazgos de las estrellas del espectáculo del momento, contra los intereses de políticos, cuyas decisiones dependen de las preferencias electorales y de la elecciones más próximas, y de los intereses económicos de empresarios, que ponen en riesgo a la humanidad entera a cambio de la posibilidad de explotar las tierras raras descubiertas en el asteroide. El resultado no se deja esperar: la tierra desaparece impactada por el cuerpo celeste.

En menor proporción, pero igual de dramático, es el problema del calentamiento global: ni políticos, empresarios ni sociedad hemos terminado de entender la magnitud del problema. No estamos tomando las medidas adecuadas para evitar o mitigar la hecatombe ambiental que viene. Un factor crucial es el consumo de energía: el uso de combustibles fósiles sigue creciendo, con ello la emisión de gases de efecto invernadero. La energía renovable no ha crecido lo suficiente ni es tan estable como para suplir en el corto o mediano plazo a la fósil. Ante este hecho, cuando el cambio climático sea tan notorio, habrá dos opciones: dejar de quemar combustibles fósiles o asumir que el planeta podría dejar de ser habitable.

Imagine un mundo sin gasolina, petróleo, diesel y derivados: en automático no habrá suficiente transporte ni energía para sostener las actividades económicas. El colapso económico sería inminente. El descubrimiento de fuentes renovables, estables y baratas eliminarían el problema. No conozco una fuente de energía que cumpla tales requisitos. El colapso económico, motivado por la crisis ambiental, podría llegar tan pronto como dentro de cinco años, o tardar quince. En el contexto actual este riesgo es cada vez mayor. Estas son malas noticias. Pero es mejor saberlo para tomar medidas y evitar problemas mayores. El problema es si como sociedad estaremos a la altura de las circunstancias.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.