Durante décadas el mantra que guía la política económica en el mundo es que “el mercado se autorregula y es el mecanismo más eficiente para resolver los problemas económicos de qué, cómo, para quien y cuánto producir”. Esto mismo es lo que enseñan los libros de texto de economía en el mundo. Tras la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética, parecía que el mundo se había volcado hacia el libre mercado y que no había alternativa. Muchos lo siguen pensando, o creyendo, tanto en la academia como en la política. En ésta última los políticos que toman decisiones lo creen menos, pues se resisten a decir en su discurso político que ellos, o el Estado, no puede hacer nada ante los problemas que se presentan en la sociedad, y que éstos, debe resolverlos el mercado.

Las políticas de libre mercado nos prometieron mucho y, si bien han traído estabilidad macro, que no es poca cosa, lo cierto es que nos han quedado a deber y han generado otros severos problemas. La concentración de la riqueza en cada vez menos manos y la pobreza, en ocasiones miseria, de millones es un ejemplo de ello. Cual fractal, lo que ocurre en el mundo se reproduce a menor escala en México. Un acierto de la actual política económica es la salarial, que ha permitido recuperación en el poder de compra y esto ha ocurrido no por la benevolencia de los empresarios, que dicho sea de paso siempre abogan por incrementos salariales apenas cercanos a la inflación, sino por la política del actual Gobierno Federal que ha impulsado el incremento del salario mínimo. Es la intervención del Estado la que ha permitido la recuperación salarial, no el mercado.

El cambio climático es también consecuencia del libre mercado. La economía ambiental sostiene que el sector privado, en su racionalidad no sólo de corto sino de largo plazo, no agotará los recursos naturales y generará una cantidad de contaminación óptima que permitirá tener cierto nivel de vida y una contaminación moderada. La necia realidad se resiste a decir lo que dictan los libros de texto: tanto a niveles locales, como en Coatzacoalcos, Veracruz, como a niveles nacionales e internacionales lo evidente es que la barbarie ecológica está poniendo en riesgo la existencia misma de la humanidad. Las olas de calor llegaron para quedarse. Ya hemos vivido episodios, sobre todo en la Europa mediterránea, en que la gente cae muerta por la temperatura extrema. Mi pregunta es a qué nivel tendremos que llegar para entender que el mercado nos quedó a deber y que el Gobierno debe intervenir.

Acabamos de salir de una pandemia que postró al mundo. En las primeras etapas en los hospitales europeos los médicos determinaron que intubarían a quienes tuvieran mayor probabilidad de sobrevivir, esto era con jóvenes y adultos no tan mayores. La lógica de mercado llevó a los Gobiernos en el mundo a debilitar la presencia del Gobierno en el sector salud y así nos sorprendió la pandemia.

Dejar al mercado operar libremente trae resultados desastrosos. Las crisis financieras que hemos vivido, desde la de 1929, pasando por las del petróleo, la de las empresas punto com, la de 2008 y la del confinamiento son prueba de ello. Lo realmente curioso es que los economistas de corte neoclásico sostienen que lo anterior obedecer a falta de libertad en los mercados, y que lo que en realidad se necesita es todavía más libre mercado. Es como el enfermo que consume un elixir fraudulento, pero que le aseguran que cura todas las enfermedades, y que lejos de hacer algo distinto, lo sigue consumiendo. Así con los promotores del libre mercado.

Existen alternativas. Tanto desde la perspectiva teórica, lo que se enseña en las universidades y facultades de Economía, como desde la práctica, que apuntan tanto a mayor regulación como al fortalecimiento del Estado en la economía. Esto nos está llevando a un resurgimiento de la llamada política keynesiana. Algunos de sus partidarios sostienen que el Estado puede y debe participar y para ello necesita tener brazos. La política de libre mercado lo dejó manco, pero las cosas están cambiando.

Existe evidencia internacional que permite ver que mientras el Estado participó en la economía, los resultados no fueron tan malos como algunos pretenden. En México tuvimos durante décadas estabilidad cambiaria y fortalecimiento en el poder de compra de los trabajadores. Existen elementos positivos que pueden rescatarse y dar nuevos bríos al Estado que le permitan conducir a la economía. Existen riesgos, como la crisis de la deuda, pero los tiempos han cambiado y la supervisión al Gobierno ahora es más fácil debido a que cualquier ciudadano, a través de su celular, tiene una cámara y una grabadora en la mano. Mi perspectiva es que se debe fortalecer la presencia del sector público y regular a los mercados, que nos han quedado a deber mucho de lo que prometido.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.

Google News

TEMAS RELACIONADOS