La publicación de los resultados de la prueba PISA muestran que México retrocedió en materia educativa entre quince y veinte años. Esto de ningún modo es nuevo ni sorprendente, desde el año 2020 tanto el FMI como el habían advertido sobre los impactos del confinamiento en la educación. Los resultados presentados en la semana que recién termina sólo son reflejo de lo ocurrido durante el encierro al que fueron sometidos los estudiantes de los diferentes niveles educativos. De por sí, el nivel académico promedio no era de excelencia. La pregunta es de qué modo se puede revertir este deterioro en la educación y evitar que la brecha con otros países se vuelva mayor.

He combinado las actividades académicas con mi desempeño profesional durante más de veinte años teniendo la oportunidad en vivo y en directo de observar el desempeño de los estudiantes de primera mano, tanto a nivel licenciatura como posgrado. Lo lamentable del tema es que en, por lo menos los últimos quince años, la educación básica y media superior no sólo no mejoró, sino que gradualmente iba empeorando. El deterioro en habilidades básicas como resolver operaciones aritméticas simples o redactar unos cuantos renglones con los signos de puntuación adecuados es cada vez peor. Por lo tanto, los últimos resultados de la prueba PISA sólo muestran que el confinamiento agudizó un problema que ya estaba presente.

La Inteligencia Artificial (IA) podría convertirse en un factor que reduzca aún más las habilidades cognitivas de los estudiantes. De hecho, desde el surgimiento de los navegadores y portales de búsqueda, como en su momento Yahoo y hoy Google, provocó que cantidad de alumnos se diera a la labor de “cortar-pegar” en muchos de sus trabajos escolares. La saturación de grupos, y la excesiva carga administrativa impuesta a los docentes en instituciones públicas y privadas, en ocasiones impide que se pueda revisar con lujo de detalle lo que los estudiantes presentan. Es un hecho que el plagio se convirtió en deporte nacional desde hace años, tal vez décadas y es visto con normalidad por los estudiantes y docentes. Contemporáneamente corremos el riesgo de que la IA agudice esta mala costumbre de presentar trabajos donde no se comprende lo que se presenta.

Otro elemento que pude observar es que varios alumnos utilizaban sus dispositivos móviles con una agilidad asombrosa para el uso de redes sociales, pero que no sabían distinguir un portal de información seria versus uno con información falsa o ficticia. Muchos no eran capaces de realizar operaciones aritméticas básicas sin el uso de alguna calculadora o dispositivo más sofisticado. En resumen, el deterioro educativo no es de ningún modo algo atribuible al confinamiento. En todo caso, sólo hizo la crisis educativa más severa.

El reto ahora, para el Gobierno, sociedad e instituciones educativas es revertir el daño. Hace varios años que la extensión académica de diversas universidades se ha fortalecido gracias a la oferta de cursos y talleres que abordan temas prácticos. En gran medida estos cursos compensaban la deficiente formación universitaria o, en todo caso, poco práctica. Los estudiantes buscan con estos cursos adquirir habilidades, o como lo llaman con el modelo educativo actual: competencias, que les permita insertarse con mayor éxito en el mercado laboral y que no aprendieron durante su formación universitaria.

Algunas instituciones tienen, dentro de sus requisitos de admisión, el de aprobar cursos propedéuticos que permitan poner al día a los estudiantes que ingresarán al nivel superior. Estos cursos las más de las veces no generan créditos, pero su aprobación es un requisito para continuar estudiando. Cursos de nivelación, como los señalados, o bien talleres o diplomados, pueden ayudar a que los alumnos que aprendieron durante el confinamiento puedan corregir parte de lo no aprendido. El reto no es menor, pues existen muchas resistencias tanto de la administración como de alumnos y docentes, pero es un esfuerzo que definitivamente vale la pena realizar. Estos cursos, deberían ser obligatorios, al menos temporalmente, en todos los niveles educativos.

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Está teniendo lugar la Conferencia de las Partes no. 28 (COP 28), donde el tema fundamental es el cambio climático. Veintisiete conferencias previas, emanadas de los acuerdos de París, no han dado resultados tangibles y el mundo tiene fenómenos climáticos cada vez más extremos y presenta veranos más calurosos que conducen a extremas sequías. No deberá sorprender que, una vez más, haya “meas culpas”, que se confirme que no se están cumpliendo los compromisos pactados y que todo quede en buenas intenciones. Probablemente deberemos esperar que las olas de calor maten a millones de habitantes en el mundo para que decidamos, colectivamente, actuar a favor del clima.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.

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