s a crecer. En México en diciembre de 1994 vimos de mala manera que las cosas no fueron así. Varios países en todo el orbe sufrieron suerte semejante y vimos la danza de efectos como el tequila, samba, vodka, tango y dragón. El espectro de la crisis se volvió a materializar.

La explicación de los economistas neoclásicos a las crisis no es que la economía se haya tornado al mercado, más bien el argumento es que no ha habido suficiente de éste. La solución propuesta ha sido la de incrementar la dosis de la medicina aplicada: privatizar la seguridad social, infraestructura pública, al sector energético, etc. La profundización de estas medidas y una mayor libertad a los mercados dejó como saldo la crisis financiera global de 2008. Nuevamente ocurrió algo que, según los libros de texto no debería pasar: crisis financiera que, al trasladarse al sector real de la economía, provocó crisis de empresas, reducción de sueldos, decrecimiento económico y pérdida en patrimonio para millones de familias en el planeta entero.

La crisis sanitaria provocó una contracción de la oferta y demanda en el mundo. Fue una crisis económica inducida artificialmente por un problema de contagios. Lo esperado era que, conforme se fueran terminando los confinamientos, las economías volverían rápidamente a la normalidad. Pero pasó más tiempo del esperado. Muchas actividades económicas siguen noqueadas, como el sector turístico, restaurantero y de espectáculos, por lo que su recuperación ha sido por demás lenta. Para sobrevivir, tanto empresas como familias han incrementado sus deudas, esto es, la deuda agregada del sector privado ha crecido. Varios Gobiernos también se han endeudado para intentar mitigar los efectos económicos del confinamiento y abastacer a sus países de equipo médico y vacunas. En pocas palabras, internacionalmente ha crecido la deuda tanto pública como privada. Si la economía no se recupera pronto, el riesgo es que los préstamos no se paguen, generando una crisis en el sector financiero que podría trasladarse al sector real y provocar una nueva crisis económica mundial.

Nos encontramos en el filo de la navaja, donde por un lado el fantasma de la crisis nos acecha y por otro, la inmersión en el mundo de la tecnología ha incrementado la productividad del trabajo. Esto último podría ser el factor que ayudaría a la recuperación económica y con ello, al pago de las deudas conjurando así a la crisis económica. Se trata de una carrera donde está por verse si gana el no pago de deudas o la recuperación económica. Esperemos que sea esta última la que tenga pies más ligeros.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM, UAEMex y UDLAP Jenkins Graduate School.

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