El 18 de noviembre de 2022 terminó la edición número 27 de la Conferencia de las Partes (COP 27), foro que ha servido para crear compromisos internacionales en materia ambiental, entre ellos, el protocolo de Kyoto en 1997 y los Acuerdos de París en 2015. En esta edición uno de los principales temas fue el financiamiento para resarcir los daños provocados por el cambio climático. Es un hecho incuestionable que los países desarrollados son los que generan más contaminación y así ha ocurrido por décadas; no es exagerado decir que son culpables del calentamiento global. Sin embargo, son los países en vías de desarrollo, o emergentes, los que están sufriendo los principales efectos de este problema global.

Los efectos del calentamiento global son un caso global de una falla de los mercados llamadas externalidades. Esto significa que un agente económico, como una empresa o una familia, puede traer consigo efectos positivos o negativos a otros agentes económicos. Una empresa que contamina, por ejemplo, impone una externalidad negativa a la población afectada por la contaminación; una empresa que es socialmente responsable y cuida el ambiente de su entorno crea una externalidad positiva. El calentamiento global es un caso particular de externalidades internacional.

Hace décadas, con el dominio del pensamiento económico neoclásico , se ha establecido la política llamada “el que contamina paga”. Esto significa que se debe adquirir el derecho a contaminar pagando por ello. El caso de los bonos de carbono es ejemplo de ello: una empresa altamente contaminante, para poder emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera, debe pagar a alguien que captura la misma cantidad de gases; este alguien puede ser otra empresa que utiliza medios “limpios” y está reduciendo la cuota permitida de emisión de gases, o podría ser una comunidad indígena que decide reforestar y con ello capturar carbono. El cambio climático ha traído severos daños a diversos países, como las , por poner un ejemplo.

Uno de los temas abordados en la COP 27 tiene que ver con el daño que están sufriendo los países que históricamente han contaminado proporcionalmente menos, que los desarrollados. Se sabe , el problema es cómo hacerlos pagar. Este fue uno de los temas más relevantes de este evento. Sin que hasta el momento se tenga claridad respecto a montos, formas o intención de pago.

En la COP 26 , hace un año, uno de los problemas ventilados es que los países “maquillaban” los datos reportados respecto a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero: en realidad estaban reportando una disminución mayor a la real. Esto es un caso global de “ green washing ”: fingir o exagerar que se llevan a cabo acciones a favor del medio ambiente.

En algunos foros, la activista a favor del medio ambiente, , ha sostenido que las grandes reuniones sólo sirven para hablar cuando lo que se requiere es una acción inmediata. Bajo su óptica, deberíamos actuar como si se estuviera quemando nuestra casa y actuar en consecuencia. Bajo los resultados observados en las Conferencias de las Partes o COPs , no puedo menos que decir que tiene razón. La tecnología podría ayudarnos a revertir el daño causado a la naturaleza, pero es una apuesta muy arriesgada y genera sus propios problemas, como la basura tecnológica, o la gran cantidad de energía utilizada, en realidad debemos actuar inmediatamente, con medidas como encarecer los combustibles fósiles y prohibir la producción y consumo de algunos tipos de plástico. Estamos actuando muy lentamente, tanto así que probablemente estamos viviendo el ocaso de la humanidad y nos estamos haciendo conscientes de ello.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.

 

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