Hace unos pocos días, las mujeres de la Ciudad de México salimos a conmemorar nuestra larga lucha por una sociedad que nos reconozca de modo efectivo derechos iguales, seguridad, espacios de participación, garantías de vida y libertad.
Hay dos referentes históricos del 8 de marzo y que son la razón por la cual esta conmemoración no debe ser una celebración. No. El día de las mujeres es un día para hacer memoria y de genuina movilización.
Uno, nos recuerda el horror que provocó el propietario de una fábrica de ropa en un edificio de Manhattan, la fábrica Triangle Shirtwaisten, quien mantenía a sus empleadas semiesclavizadas en el lugar de trabajo, 123 mujeres murieron en un incendio porque el dueño mantenía el lugar bajo llave; la tragedia movilizó a aquellas costureras del mismo modo que el terremoto de 1985 movilizó a las mexicanas en nuestra ciudad que estaban en condiciones muy similares. De ambos horrores surgió la organización y esa organización propició la creación de instituciones y leyes.
Otro referente nos dice que la conmemoración de las mujeres nace durante una de las épocas más oscuras de la historia humana. En 1914, tres años después del incendio de la Triangle Shirtwaisten, la maquinaria industrial capitalista hundió a las grandes potencias europeas en una carnicería. En tres años de guerra total, las clases dominantes llevaron al matadero a millones de jóvenes y condenaron a sus familias al terror y el hambre. A principios de 1917 estalló en Petrogrado una huelga femenina bajo el lema Pan y Paz. Las madres, hermanas e hijas de los soldados que estaban en el frente dijeron: ¡BASTA YA! Fueron ellas las que encabezaron y llenaron de esperanza a las y los proletarios de Europa. Por eso es que aquella joven del partido bolchevique, Alejandra Kollontai, propuso el 8 de Marzo como conmemoración del día de las mujeres.
Volteando a nuestra Ciudad de México, basta ver su trazo y los adornos para tener presente que aún hay que avanzar en acciones afirmativas que ayuden a resarcir la injusticia estructural del patriarcado. Por ejemplo, en la avenida Álvaro Obregón en la colonia Roma, hay trece estatuas de bronce al estilo grecorromano, pero sólo tres de ellas representan mujeres.
O sobre nuestro museo al aire libre más grande del mundo, como lo es Paseo de la Reforma, que cuenta con, podría decirlo, la más famosa estatua de nuestra megalópolis que corona la columna de nuestra Independencia Nacional y la representa una victoria alada. La escultura tuvo como inspiración una figura humana de mujer, una mujer notable y admirada por sus contemporáneos: Antonieta Rivas Mercado, esa admiración no fue suficiente, su estatua de la victoria donde quedó plasmada su figura y rasgos es popular e injustamente conocida y nombrada como: “El Ángel”, de ese tamaño es la tradición patriarcal que oprime a las mujeres mexicanas y la deuda que aún hay para con nosotras.
La Ciudad de México se viste de morado, las calles adornadas con alfombras de buganvilias están presentes en esta temporada, como recordándonos que es tiempo de voltear hacia las mujeres, que es tiempo de darnos el lugar que hemos tenido pero nos han arrebatado, suprimido, que es tiempo de hacer un frente entre mujeres para dar la batalla y que entre todas digamos ¡Es tiempo de las mujeres!