Este año, escuchamos todo tipo de historias de terror sobre el municipio de Ecatepec. Desde asesinos seriales, feminicidios, muertes, narco mantas, secuestros y cuerpos descuartizados que aparecieron en el camino rumbo al reclusorio que alberga esta entidad, conocido como el penal de Chiconautla. No por nada en el 2019, Ecatepec ocupó el primer lugar en el ranking de percepción de inseguridad a nivel nacional, con el 97% de sus habitantes considerándolo como un lugar inseguro para vivir.
Las historias que habitan en el penal de Chiconautla, hacen que los cuentos de Stephen King parezcan de comedia. Ahí dentro, una riña, una muerte, un colgado, ya no son noticias, se tratan como cualquier evento cotidiano de todos los días. Incluso en los pasillos se rumoraba entre los custodios que uno de los internos les exigía beber sangre humana para sobrevivir.
El Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria de la CNDH, nos revela un poco en números sobre el fracaso de este penal. Con una calificación global de 5.49 –El segundo peor calificado de todo el Estado de México- con 4 de calificación en cuanto a actividades laborales y de reinserción social, 6.7 en actividades educativas, 0 en cuanto a protección de los internos, y 3.59 por lo que hace a condiciones de higiene en as instalaciones para albergar a la población penitenciaria.
Pero los números no nos reflejan lo que realmente es vivir ahí: el dormir con miedo, amarrado a los barrotes de las celdas por la sobrepoblación, el despertar sin saber si hoy vas a comer, si hoy te van a matar, si hoy te van a torturar, si van a dejar a tu familia entrar o si subieron el precio de la “cuota” de visitas, y ya no le alcanza a tu familia el visitarte.
Ahí dentro, donde todo parece olvidado, donde las autoridades ya se dieron por vencidas, ahí trabaja todos los días La Cana. Una organización donde nos hemos encomendado a la misión de transformas las cárceles de nuestro país en lugares de oportunidad. Este año, nos hemos demostrado que incluso en penales como el de Chiconautla, podemos hablar de casos de éxito.
Este año, fuimos testigos de cómo el implementar programas de capacitación laboral, empleo, programas educativos, artísticos y culturales, puede transformar lugares como la sección femenil del penal de Chiconautla, en lugares donde la gente se sienta productiva, digna, y sea económicamente remunerada. Pero más importante, donde la gente quiera cambiar, quiera construir un proyecto de vida distinto, uno lejos de la delincuencia.
La semana pasada celebramos ahí, entre las celdas, nuestra posada navideña de fin de año con las internas del penal y más de 25 voluntarias que nos acompañaron. Nunca me imaginé que se podía sentir esperanza en un lugar así.
Escuchar los testimonios de las más de 50 mujeres que trabajan con nosotras todos los días desde el penal, sobre cómo habían mejorado sus relaciones entre ellas, con sus familias, su confianza en ellas mismas, su valía personal. Escuchar cómo nos contaban lo que estaban haciendo con sus ingresos, que ahora provenían de alianzas con empresas formales, cómo estaban apoyando a sus hijos, preparándose para comprarles sus uniformes y útiles escolares para el próximo año. Sobre cómo unas cuántas estaban próximas a salir y querían emprender un negocio con todo lo que habían aprendido en los talleres productivos que impartimos dentro de prisión. Y así, donde las autoridades voltean la mirada y prefieren ignorar la inmensa crisis de derechos humanos que invade nuestras cárceles, nosotras vimos un caso de éxito, en el municipio más peligroso del país.
@daniancira