Lety conoció a Joaquín una noche en medio de la carretera, ella había peleado con su entonces novio, quien la había botado a la orilla del camino, y buscaba una manera de regresar a su casa. Joaquín, al verla sola, se orilló y se ofreció a llevarla, de ahí nació la amistad. Llegó la pandemia del 2020 y Lety perdió su empleo, al contárselo a Joaquín, él le ofreció meterla a la empresa donde trabajaba: “Me dijo que los del sindicato le debían un favor, lo único que yo debía hacer era presentarme con mis papeles y pasar los filtros, él me aseguraba el puesto; en ese momento lo vi como una gran oportunidad”.
Comenzó a trabajar poco tiempo después y las cosas iban bien, la amistad con Joaquín se estrechó y pasaban mucho tiempo juntos, sin embargo: “Durante los primeros meses en el trabajo todo iba bien, Joaquín tenía muchas horas libres y comíamos juntos, después me llevaba a mi casa, eso era diario; pero, unas semanas después, lo empecé a notar muy distante, se enojaba por todo y me decia que todas las mujeres éramos iguales”.
Joaquín comenzó a ser celoso y posesivo: “Éramos pocas las mujeres en el trabajo y varios compañeros me coqueteaban, esto hacía enojar mucho a Joaquín, me regañaba por todo, me prohibió hablarle a los compañeros, me decía que no me maquillara, hasta quería estar al pendiente de mis llamadas y mensajes; le comenté que era mi privacidad, que no se metiera, pero en ocasiones lo veía afuera de mi departamento, mirando a mi ventana. En una ocasión, me dijo que yo era su propiedad porque él me había dado el trabajo y tenía que obedecer, le contesté que mejor se ocupara de cuidar a sus hijos, pero él me dijo que sus hijos eran hombres, y que yo, como mujer, tenía que estar bajo su protección”.
Los celos y la obsesión de Joaquín se volcaron hacia otro camino: “Un día me dijo que siempre había deseado tener una hija, y que como yo no tenía novio ni compromiso con nadie, quería que me embarazara de él y le diera una niña, en ese instante sentí un miedo terrible”. Lety intentó razonar con él, le dijo que las actitudes que tenía con ella no eran normales, decidió alejarse y comenzó a estudiar una carrera, Ingeniería. Sorpresivamente, Joaquín lo tomó con calma, incluso le recomendó unos cursos para preparar su examen y la dejó en paz por unos meses.
Lety se sintió, por fin, libre, inició sus estudios y empezó a salir con alguien: “Lo conocí en clases, era mi compañero, mi amigo y después mi novio, aunque tenía miedo de iniciar una relación, deseaba con todo mi corazón ser feliz”. Las semanas pasaron y la relación iba normal, hasta que Joaquín reapareció: “Me dijo que era una zorra, que yo era de su propiedad y que dejara a mi novio de inmediato, me agredió física y psicológicamente”.
Lety reaccionó diciendo que lo iba a denunciar, lo que asustó momentaneamente a Joaquín, pues le confesó que tenía antecedentes penales; sin embargo, pocos minutos después, regresó a las agresiones y a la manipulación, diciéndole a Lety que nadie le iba a creer, que estaba sola y que no se iba a poder librar de él. Ella no podía deshacerse de Joaquín, era su compañero de trabajo y diario se lo encontraba en la oficina.
Un día, Joaquín la buscó para pedirle disculpas, le comentó que se iba a mudar a otro Estado y que, antes de irse, quería pedirle perdón y despedirse, ella aceptó. Se vieron en un restaurante y en cuanto Lety vio entrar a Joaquín, supo que había sido un error acudir a la cita: “Me dijo que me fuera con él, que yo era suya y tarde o temprano me iba a poseer”.
Al día siguiente Lety fue a firmar su carta de renuncia en su trabajo. Joaquin se apareció y se ofreció a llevarla a su casa. Lety, aunque desconfiada, cedió a las súplicas de Joaquin, quien nuevamente la manipuló para que aceptara subirse a su coche: “En cuanto subí al carro me di cuenta de mi errror, me intenté bajar pero él puso los seguros y arrancó el carro. Íbamos sobre la autopista, manejaba muy rápido, sentía los golpes en la espalda cada que pasábamos un tope o daba el volantazo, él iba muy alterado, me decía groserías y maldecía todo el tiempo, le dije que se calmara, que podíamos tener un accidente y se quedó callado. Casi llegando al departamento le dije que me dejara ahí, que podía llegar sola, que se calmara y se fuera a su casa con cuidado, pero se negó y me llevó hasta la puerta. A la fuerza, se metió en la entrada de la unidad habitacional donde vivía y se puso atrás de mí, en eso sentí algo afilado en mi espalda y me dijo al oído: “Síguele caminando normal, no hagas nada malo si no quieres que te chingue”. Lo recuerdo y se me eriza la piel, caminamos hasta mi departamento y entramos, ahí, me puso una mano en el cuello y, con el cuchillo en la garganta, me dijo que me desnudara y guardara silencio, fue horrible”.
Los minutos se volvieron horas, en el silencio de su recámara, Lety temía por su vida, pero no recordaba que justo a unos metros de distancia estaba su novio, quien se había quedado a dormir el fin de semana: “En cuanto escuchó la pelea, él llegó y comenzó a forcejear con Joaquin, yo estaba aterrada, gritaba e intenté llamar a la policía, pero ya no recuerdo muchas cosas, fue algo traumático, sólo recuerdo los gritos y a los vecinos saliendo de sus departamentos”.
Minutos después, la policía llegó al departamento y detuvieron a Lety y a su novio, Joaquín se encontraba en el piso, sin vida. “Nos llevaron al Ministerio Público y después nos trasladaron a Barrientos. Aunque tuvimos abogados particulares, nunca recibimos buena defensa, sólo le sacaron dinero a nuestras familias y se fueron. Durante el proceso nos hicieron declarar y firmar cosas que no pasaron; ya después, un abogado de oficio nos mencionó que la mejor opción era irnos por un procedimiento abreviado y es cuando nos sentencian, nos dimos por confesos a base de engaños”.
Lety tiene sentimientos encontrados: “Sé que lo que pasó estuvo mal, pero si él no hubiera muerto, a lo mejor, la muerta hubiera sido yo, son muchas cosas que no puedo explicar, pero entiendo que mi vida y mi integridad estaban en riesgo, yo quise alejarme de todo, pero él no me lo permitió. Sufrí violencia de género, acoso sexual, laboral y tambien intento de violación, y aún así pasaré aquí muchos años de mi vida, una vida que tenía por delante con muchos sueños y aspiraciones, yo era el sustento de mis padres, mis planes y proyectos se fueron a la basura por una persona que no supo aceptar el rechazo”.
Escucho la historia de Lety y me llena de angustia el pensar que vivimos en un país donde defender tu vida, te puede costar la libertad. Su historia es un reflejo de que las mujeres no estamos a salvo ni en las calles, ni en el trabajo, ni dentro de nuestros propios hogares. Es aterrador darse cuenta de que el sistema no solo no nos protege, sino que nos coloca en una posición en la que ya ni nosotras mismas podemos defendernos, sin correr el riesgo de terminar tras las rejas durante décadas, como le sucedió a Lety.
La historia de Lety es un llamado urgente a legislar y juzgar con perspectiva de género, para garantizar que las víctimas de violencia reciban el apoyo y protección que necesitan, en lugar de ser castigadas por defender sus vidas y su integridad.