Los tiempos agitados suelen traer consigo oportunidades de cambio. Actualmente observamos a gobiernos alrededor del mundo trabajando para proteger a los enfermos y a las poblaciones vulnerables del COVID-19. Al mismo tiempo, hay indicios de su trabajo para reiniciar sus economías. Y es aquí donde se les presenta la oportunidad de tomar decisiones que permitan crear un mundo más limpio y saludable que antes. Eso significa invertir en una economía que genere más empleos y menos contaminación, específicamente menos contaminación en el aire, debido a que ésta causa enfermedades que ponen a la población en mayor riesgo de afectaciones graves por COVID-19.
Este debería ser un mundo con menos muertes por enfermedades cardíacas y pulmonares desencadenadas por la contaminación del aire, un mundo con un clima más estable para nuestras hijas y nietas. Este es el tipo de mundo que podemos crear si prestamos atención a las lecciones de esta terrible pandemia.
Desde que la economía mexicana se ha ido estancando y la industria del turismo se ha visto afectada, hemos experimentado una disminución histórica de la contaminación creada por los medios de transporte, aunque de manera involuntaria. Este es un adelanto de lo que podría pasar si la energía que alimenta nuestras vidas fuera más limpia. Eso significa acelerar la transición a fuentes de energía menos contaminantes y más eficientes. También significa hablar de las emisiones de metano relacionadas con la producción de petróleo y gas. Aquí, en México, tenemos una oportunidad extraordinaria para hacer precisamente eso.
El propio inventario nacional de emisiones de México informa que el sector hidrocarburos emitió aproximadamente 760,000 toneladas de contaminación por metano en 2015 (el año más reciente disponible en el inventario). Y aunque el dióxido de carbono ocupa la mayoría de los titulares sobre el cambio climáticos, el metano es mucho más poderoso: más de 80 veces más potente para absorber calor durante los primeros 20 años después de su emisión. De hecho, al menos una cuarta parte del calentamiento global que experimentamos hoy es causado por las emisiones de metano producidas por el ser humano.
Las fugas de gas metano también son un despilfarro. El metano es el ingrediente principal del gas natural, por lo que desperdiciar 760,000 toneladas de metano a través de fugas es igual que el desperdicio anual de 2,500 millones de pesos (cerca de $120 millones de dólares) en ventas de gas natural. La captura de este producto, que de otro modo se desperdiciaría, podría generar ingresos para el país, donde los ingresos de la industria petrolera alimentan directamente la economía nacional. En otras palabras, reducir las emisiones y fugas de metano no solo es bueno para el medio ambiente, también es bueno para la economía.
De hecho, reducir las emisiones de metano en la industria petrolera es la forma más rápida y económica de frenar el calentamiento global en este momento. La Agencia Internacional de Energía estima que es factible reducir estas emisiones a casi la mitad, sin costo neto para los operadores, al aprovechar una serie de soluciones existentes de bajo costo aplicables a lo largo y ancho de todo el sector hidrocarburos. Para nuestro país, esto significa que hay una oportunidad significativa para mejorar la seguridad energética nacional mientras se protege el medio ambiente y la salud pública.
Al igual que el coronavirus, los contaminantes climáticos como el metano son invisibles para el ojo humano, pero su abundancia en nuestra atmósfera amenaza a millones de personas en todo el mundo. El aumento récord de la temperatura está impulsando una ola de huracanes y de calor cada vez más destructivos, y el calor extremo empeora las enfermedades respiratorias como el asma. Tanto científicos como ciudadanos pueden conectar estos eventos extremos con el aumento de la temperatura de la Tierra.
Los efectos climáticos de la contaminación por metano son bien conocidos. Pero lo que no se enfatiza tan claramente son los riesgos para la salud. Las operaciones del sector del petróleo y gas son una fuente líder de compuestos orgánicos volátiles formadores de smog. Los niveles altos de smog pueden dañar a todos, pero los niños y niñas, que a menudo pasan más tiempo al aire libre y tienen más probabilidades de tener asma, están particularmente en riesgo. Las personas mayores, las personas con enfermedades pulmonares y las personas activas al aire libre también tienen un mayor riesgo de contaminación por smog. Estas son las condiciones médicas subyacentes que ponen a las personas en mayor riesgo cuando se contagian de COVID-19.
Durante las actividades de producción de petróleo y gas, el metano se libera con otras sustancias químicas tóxicas que afectan la salud. Tolueno, xileno y benceno son solo algunos. Y el formaldehído, otro contaminante tóxico del aire, también se libera a menudo del escape de los motores de los compresores de gas natural. Además, la quema de gas natural es una gran fuente de partículas de carbono negro con grandes impactos en la salud y un gran potencial de calentamiento global.
Se han detectado niveles elevados de benceno y formaldehído cerca de los sitios de producción de petróleo y gas. Las personas expuestas a estos contaminantes tóxicos en el aire pueden tener una mayor probabilidad de contraer cáncer o experimentar otros efectos graves para la salud, incluido el daño al sistema inmunológico y problemas neurológicos, reproductivos, del desarrollo, respiratorios, entre otros.
Afortunadamente, hay una manera de combatir estos problemas climáticos y de salud inducidos por el metano.
Bajo el liderazgo de ASEA, el regulador de petróleo y gas de México, el país aprobó fuertes regulaciones de metano en 2018. La implementación ahora es clave para obtener los beneficios sociales, económicos y ambientales de reducir las emisiones de metano. Esta regulación le da a México una oportunidad única para crear empleos en tecnologías limpias y eficiencia energética, maximizando el valor de sus recursos naturales.
Las crisis pueden enseñarnos lecciones valiosas. Pero también pueden recordarnos cosas que hemos ignorado, como la importancia de proteger la salud pública al tiempo que limpiamos el medio ambiente y hacemos que nuestra sociedad y economía sean más fuertes y equitativas. Asegurémonos de que los peores momentos saquen lo mejor de nosotros, de modo que cuando miremos hacia atrás, a esta crisis, veamos el momento en que comenzamos a hacer los cambios que mejoraron nuestras vidas, aseguraron el futuro de nuestros hijos y preservaron la salud de nuestra gente y nuestro planeta.