En palabras de Paul Krugman, “los economistas no pueden analizar los efectos del comercio internacional, o recomendar cambios en las políticas gubernamentales del comercio con cierta fiabilidad, a no ser que sepan que su teoría es lo suficientemente buena como para explicar el comercio internacional que se observa en la realidad”.

Pero en realidad, la economía actual no es más que un reflejo fragmentado y reduccionista, características comunes dentro de las ciencias sociales. La mayoría de los economistas cometemos el grave de error de olvidar que esta no es más que una pequeña parte de toda una estructura social y ecológica compleja y mutable. El mayor problema que tiene la economía actual es que parte de una división de estas estructuras en pequeños puntos de análisis que se consideran muchas veces independientes y de especialización. Es en esta división donde la economía pierde su sentido meramente estricto y se pierde en la interpretación de los hechos para llegar a las explicaciones y demostraciones deseadas.

La evolución de la economía debería estar estrechamente ligada al paradigma de valores arraigados dentro del núcleo social vigente, los valores que rigen el convivo social son los regentes de la visión del entorno, y cualquier análisis económico o social que se plantee debe estar basado en el sistema de valores actuales; en caso contrario, se comete el error de suponer de manera tácita que existe implícitamente un conjunto de valores que pueden tergiversar la interpretación de los resultados.

Ahora bien, si partimos de manera general con la definición de economía podemos encontrar dentro de sus múltiples aceptaciones elementos inherentes que le dan forma, por ejemplo: ciencia que se encarga de estudiar la producción, distribución y consumo de la riqueza. A su vez, en la Real Academia de la Lengua Española, dentro de sus definiciones, encontramos que la economía es: ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanasmateriales, mediante el empleo de bienes escasos. Por lo tanto, podemos encontrar que es la economía la ciencia más normativa y la más sensible al conjunto de valores.

Los economistas de hoy en día se han enfocado tanto en darle validez académica y científica a sus observaciones y estudios que olvidan por completo el análisis de los valores y su validez rectora de la conducta social. Ejemplos como la sustentabilidad o los indicadores macroeconómicos ecológicos no tienen cabida en una sociedad que desde años practica la economía de consumo, donde lo que importa es lo que tienes y lo que vendes, y no la forma en que se obtiene. En una sociedad donde impera la imagen personal y la ostentación de los factores de producción queda a un lado la conservación y protección de las futuras generaciones. En la sociedad actual y su sistema de valores se busca el hoy, dejando a un lado el mañana. Estos paradigmas de la economía actual, donde sólo se toman los valores si se pueden cuantificar en términos monetarios, son el mayor reto que enfrenta el mundo.

No es nuevo para nadie que la economía mundial pasa por momentos difíciles, pero el panorama es aún más desolador para los economistas, quienes no logran identificar ni prever los hechos y acontecimientos que se presentan. La inflación, la tasa de desempleo, el índice de desigualdad y la desproporcionalidad en la distribución de la riqueza son casos claros que ni con los modelos matemáticos más avanzados, ni con las fórmulas económicas más complejas, logran acercarse a las repercusiones inherentes a todo cambio.

Ya lo dijo una vez Immanuel Kant: “el sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca”, y hoy podemos decir que la economía como ciencia ha fracasado, a menos, claro, que queramos seguir de necios. Mientras los economistas no logremos incorporar realidades políticas, sociales y sustentables a través del sistema de valores a los modelos, seguiremos con una gran brecha entre la teoría y la realidad económica.

La economía es simplemente la esencia de la calidad de vida y no sólo humana, sino de todo el ecosistema. Es difícil creer que tengamos avances tecnológicos a la orden del día, que transmitamos casi en tiempo real señales a grandes distancias, que tengamos computadoras cuánticas, pero nuestra economía sigue basándose en principios establecidos siglos atrás (1764). La economía debe actualizarse de manera imperiosa, las crisis económicas solo podrán superarse cuando los economistas comprendan y adapten una nueva base de estudio, análisis e interpretación.

Académico de la Universidad del Valle de México Campus Zapopan

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