Es bien sabido por todos que dentro de la cultura financiera en México se puntualiza la importancia de ahorrar, pero este paradigma tiene sus complejidades sustanciales, y más en la situación global actual.
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera de 2018, ocho de cada 10 mexicanos ahorran, pero no más de 15.1% lo hace de manera formal; 32.4% lo hace informal y tres de cada 10 lo combinan. De estos resultados, el problema se presenta en los pocos ahorradores que tenemos y en los que lo hacen guardando el dinero en sus casas, ya que representan 65%.
Dentro de las múltiples acepciones de ahorro, podemos encontrar que la Real Academia Española lo define como: “guardar dinero como previsión para necesidades futuras”, y hasta aquí todo va bien. Pero, cuando analizamos de manera económica el concepto del ahorro, este deja de ser práctico para el objetivo que se persigue y para cubrir las necesidades humanas en el transcurso del tiempo.
Es muy importante para las familias mexicanas que sepan las repercusiones que se tienen al ahorrar, ya que, si bien es cierto que podremos reservar una cantidad de nuestro ingreso para prevenir y tener liquidez en caso de situaciones inesperadas como enfermedades, accidentes, etc., no es menos cierto que el dinero guardado pierde valor, pierde poder adquisitivo. Así es, estimado lector: ahorrar dinero en la actualidad es un sinónimo de pérdida.
Ahora bien, si tomamos en cuenta que sólo en julio, según datos oficiales del Inegi, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) tuvo un aumento de 0.66% respecto al mes inmediato anterior, con una inflación anual de 3.62%, la situación se agudiza y más si lo comparamos con el año anterior en las mismas fechas, donde las variaciones fueron de 0.38% mensual y de 3.78% anual, respectivamente.
Analicemos un ejemplo claro de la pérdida del valor del ahorro: un alimento muy común para los mexicanos es el bistec de res, producto que costaba aproximadamente 70.6 pesos por kilo en julio de 2009. Hoy su precio oscila más o menos en 169 pesos, lo que significa que su valor aumentó 139 %. Si una persona hubiera ahorrado 11 años esa cantidad de dinero, esperando comprar ese kilo de bistec mañana, se hubiera dado cuenta que no le alcanzaría ni para medio kilo.
Así pues, la crisis económica actual generada por la pandemia se puede visualizar de manera sustancial con la caída del PIB de muchos países. México no ha sido la excepción, ya que para el segundo trimestre del año el Inegi reportó una caída de 17.3% en comparación con el primer trimestre.
Si a ello le sumamos que según la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado realizada por el Banco de México se espera que, en el mejor escenario, tengamos una inflación anual de 3.50%, esto al final del día se reflejará en la economía familiar.
Entonces la pregunta se vuelve clave: ¿qué debemos hacer en estos tiempos de contingencia sanitaria? ¿Ahorrar o invertir? Sin duda, la respuesta es, en caso de tener excedentes, ahorrar una parte proporcional de nuestros ingresos.
La Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros sugiere como mínimo un 10%. Valores como los Cetes son una alternativa a considerar.
Por lo tanto, la palabra que a futuro debemos empezar a cambiar en la cultura mexicana es la de ahorro por inversión, buscando opciones que faciliten tener liquidez cuando sea necesaria y no esclavizar el dinero.
Mientras no se necesite, podemos dejar que nuestro dinero trabaje por nosotros. Tenemos que modificar la forma de ver y de pensar en el ahorro, la situación no es fácil si tomamos en cuenta que la mayoría de los trabajadores viven al día y sus ingresos les alcanzan sólo para cubrir necesidades básicas. Pero, en el primer paso está el empezar el camino.