En fechas pasadas el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha pronunciado de manera positiva con respecto a la condición cambiara que está viviendo el peso mexicano frente al dólar y no es para menos, toda vez que desde principios del año el tipo de cambio ha oscilado en torno a los 18.70 pesos, situación que no veíamos desde febrero de 2020 y que, en promedio, fue el tipo de cambio que se registró durante la presidencia de Enrique Peña Nieto.

Ahora bien, el que el tipo de cambio esté navegando entre las aguas de una posible fortaleza del peso frente el dólar no es del todo beneficioso para un país como el nuestro y me permito explicarme: en 1994, el 22 de diciembre, para ser exacto, el Banco de México determinó que el régimen cambiario fuera de libre flotación, esto es, que el gobierno no interviniera en determinar el tipo de cambio y fuera el mercado quien estableciera su curso por medio de la oferta y la demanda. Dicho lo anterior, podemos entonces identificar que, en este tipo de régimen cambiario, la inflación, las tasas de interés y la deuda pública, por mencionar algunos ejemplos, intervienen directamente en las decisiones de los mercados para la fijación de la paridad. Cabe mencionar que estos factores no solo surgen de nuestro país, sino que mucho de lo que estamos viviendo también depende de la situación económica de nuestro vecino del Norte y socio comercial número uno.

Por lo anterior, es correcto precisar que la relativa fortaleza de nuestra moneda se está debiendo principalmente al entorno económico inestable de los Estados Unidos, situación que no ha podido regular el gobierno del presidente Joe Biden, lo que ha provocado que los mercados se protejan con otras monedas.

La pérdida del poder adquisitivo de la moneda norteamericana frente al peso provoca distintos problemas. El primero a considerar y que se debe analizar con profundidad, radica en que las exportaciones nacionales serán más caras, lo cual puede provocar que el país tenga un déficit comercial ya que las importaciones aumentarán debido a que el dólar está más barato y nuestras exportaciones bajaran considerablemente por ser más caras. Este panorama no es para nada recomendable porque no debemos olvidar que un país debe verse también como una empresa que, entre sus objetivos, debe estar el vender sus productos para conseguir dinero que cubra sus operaciones. Pues bien, estas ventas son nuestras exportaciones. Si en condiciones generales de estabilidad económica nuestro país suele tener déficit en el área de la balanza comercial, imaginemos el problema multiplicado ante este panorama.

Las remesas también se verán afectadas; el dinero en moneda extranjera enviado por nuestros compatriotas que trabajan arduamente en otro país porque el nuestro no genera las condiciones necesarias para cubrir una calidad de vida satisfactoria, perderá poder adquisitivo. En otro orden de ideas y sumándole la inflación podemos resumir que les alcanzara para menos. Pero el problema no termina aquí, recordemos que nuestro país suma las reservas (Moneda extranjera que puede ser usada para afrontar desequilibrios macroeconómicos) a la balanza de pagos, y aunque para diciembre de 2022 estas sufrieron una reducción de 1.63% en su balance anual quedando en 199 mil 94 millones, estas también pierden poder adquisitivo.

Como se puede observar en estos ejemplos sencillos pero importantes para la económica nacional, la fortaleza de nuestro peso no tiene mucho de beneficioso para la actual situación. Sólo nos queda esperar que de verdad los asesores económicos del ejecutivo prevean todos estos panoramas y se cuente con planes de contingencia eficientes.

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Académico de la Universidad del Valle de México, Campus Zapopan 

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