El arroz en la actualidad es un producto indispensable para las familias mexicanas, como lo define Luis Ángel López Ibarra (2008): “el arroz ha sido incorporado a la dieta de la población, es el acompañamiento infaltable en numerosos platillos, pero este aún no ha desplazo al maíz”.

Forma parte de la dieta diaria y está dentro de la canasta básica de consumo. El contenido nutrimental, el costo, más la versatilidad que tiene en las múltiples formas de preparado, entre otras muchas cosas, ha permitido su posicionamiento indiscutible en el contexto social mexicano.

El arroz está considerado dentro de los cultivos básicos regulados por la ley de desarrollo rural sustentable, y también forma parte de la canasta alimentaria establecida por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y del conjunto de productos básicos definidos por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Según las cifras emitidas por la planeación agrícola nacional 2017-2030, aproximadamente el consumo per cápita del arroz actualmente está en 8.5 kilos al año y es el segundo cultivo que más compran las familias mexicanas.

Lamentablemente, hoy nuestro país se está viendo en la necesidad de importar grandes cantidades de arroz para cubrir la demanda del mercado, el cultivo y la cosecha se está quedando muy atrás y la única forma de poder satisfacer el consumo es recurriendo a la compra en otros países.

En los últimos años la producción de arroz en el país, según el Sistema de Información Agroalimentaria y pesquera (SIAP), ha bajado considerablemente, esto debido entre otras causas a la limitación del agua impuesta por Conagua. Si consideramos que en la década de los 80’s la producción de arroz oscilaba en más o menos 500 mil toneladas, y que para 2008 la producción bajó a 258 mil toneladas, entonces podemos determinar que su producción ha bajado casi 50%, datos que nos indican que estamos ante una situación alarmante. En 2016 la producción solo alcanzó para satisfacer 21.6% de la demanda local.

En lo que va de 2020, según información emitida por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la producción de arroz en México sigue siendo desalentadora; la situación al 31 de agosto señala que fueron sembradas 14 mil 422 toneladas, pero sólo 13 mil 69 se cosecharon. Tomando como referencia el comparativo de 2019 contra 2018, la producción disminuyó 13.6%, lo que ha orillado en la actualidad a importar este producto en grandes cantidades para poder satisfacer las necesidades de la población en México. Cabe hacer mención que la pandemia generada por el Covid-19 no ha afectado a la producción de arroz en el país.

De acuerdo con el Índice nacional de precios al consumidor (INPC) durante 2017 y 2018 los precios del arroz subieron más de 9.23% y, en lo que va del año, presentaron un aumento de 20.3% con referencia al año anterior. La paridad del dólar tampoco ha ayudado a la estabilidad del producto, ya que para julio de este año se ubicaba en 22.40 pesos por kilo, lo que equivale a 17.6 % más que el mismo mes de 2019.

Se prevé que para 2024 el consumo de arroz en México llegue a ser de un millón 282 mil toneladas, con una producción local de 273 mil toneladas, lo que dejará un amplio margen de necesidad latente en los consumidores nacionales y, por lo tanto, una vez más se tendrá que recurrir a la importación masiva de este producto.

La perspectiva de este problema es inquietante, pues el solo hecho de pensar que el país se pueda quedar sin abasto de arroz, nos permite anticipar un impacto no solamente social, sino económico, político y hasta cultural. Por ejemplo, si la demanda del producto excede por mucho la producción, entonces podríamos caer en el alza exagerada de precios en el mercado y sería difícil poder adquirirlo para las familias mexicanas.

El gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene un nuevo frente que cuidar, y es la escasez de arroz en el país. En lugar de recortar presupuestos al campo, como lo hizo en 2019 con un 20% menos que en 2018, o enviar a la Marina a cuidar los puertos y aduanas del país, debería velar por cuidar al campo, establecer un control de consumo prioritario y real del agua para los agricultores, y mejorar las condiciones de los campesinos con el fin de salvaguardar la independencia de nuestro campo mexicano, para que dejemos de depender directamente de las importaciones de este producto.

Académico de UVM Campus Zapopan

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