En julio la Semar convocó al Seminario Hemisférico de Seguridad Nacional en el que se discutió el tema de la violencia en nuestro país. Algunos de los ponentes sostuvieron que la escalada criminal de homicidios es causada por la pulverización de los cárteles en más de 300 grupos. Las acciones del gobierno federal han sido efectivas, pero ahora, el panorama es más complejo.

Los cárteles de las series televisivas nos han estigmatizado mundialmente, no solamente se han fragmentado, han evolucionado a grupos de DO, se han especializado, profesionalizado e internacionalizado. Sus operaciones y el perfil de sus dirigentes son muy distinto al de los narcotraficantes que la TV ha hecho tan populares; estos grupos buscan la máxima utilidad, controlando la economía y en muchos casos el poder político, inclusive expandiéndose con éxito al extranjero.

La diferencia entre los antiguos cárteles y los grupos criminales contemporáneos es que los primeros tenían características de mafia, una estructura vertical, en muchos casos una relación familiar o religiosa y controlaban una actividad criminal determinada; los nuevos grupos tienen una estructura horizontal, conformada por células más compactas, que alinean su actividad por intereses comunes y proyectos, actuando con sentido económico empresarial. En ambos grupos criminales, la corrupción y la violencia son el eje de su operación.

Antonio María Costa señala “El crimen organizado se ha diversificado, se ha vuelto global y ha alcanzado proporciones macroeconómicas: bienes ilícitos proceden de un continente y se trafican a través de otro, y lo comercializa en un tercero. Las mafias son hoy verdaderamente un problema transnacional: una amenaza a la seguridad, especialmente en países pobres y en conflicto. El crimen está alimentando la corrupción, infiltrando negocios y la política, y obstaculizando el desarrollo. Está socavando la gobernanza mediante el empoderamiento de los que operan fuera de la ley”.

El análisis de Costa corresponde a la situación de la DO en nuestro País. Para combatir a estos grupos criminales es necesario tener un diagnóstico basado no solo en información de inteligencia, sino en estrategias de naturaleza microeconómica y de orden político-administrativa. Las células, responsables materiales de la violencia, son brazos ejecutores de la cúpula criminal. Su táctica operativa es tipo guerrilla, por lo que su combate con un ejército formal y procedimientos tradicionales se dificulta.

Las autoridades locales deben enfrentar los grupos delincuenciales que operan en sus jurisdicciones sin pretextar falta de atribuciones; es fundamental investigar y sancionar todos los homicidios dolosos. El combate callejero y el enfrentamiento armado no han dado resultados contra estos grupos criminales, la sola presencia militar o policial tampoco los disuade, es necesario, como se hizo en Italia y otros países, perseguirlos con investigaciones policiales y herramientas jurídico-penales, enjuiciando y encarcelando a los criminales, terminando con la impunidad.

La persecución penal de la corrupción debe ser la divisa que enfrente el problema; esa corrupción ha sido el suelo fértil donde ha cultivado la DO. No permitamos que se adueñen de nuestras instituciones que son, como la Sedena, la última línea de defensa del pueblo ante el crimen organizado.

Consejero de la Judicatura Federal de 2009 a 2014

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