Recientemente en un evento organizado por el COLMEX y el IMJUS, tuve oportunidad de escuchar una conferencia magistral impartida por el profesor Nando Dalla Chiesa sobre la sociología del crimen organizado, referida a su natal Italia. El profesor es hijo del general Carlo Alberto Della Chiesa, quien luchó contra la mafia y fue de sus víctimas más relevantes. Como sociólogo estudioso del fenómeno mafioso, afirma que existen dos aspectos a considerar: el grado de penetración de los criminales en la actividad económica regular de una sociedad y el nivel de involucramiento de la comunidad en su conjunto para que se le cierren los espacios a los delincuentes y a su dinero sucio.
La inmigración de italianos a los Estados Unidos ha sido un factor importante en el crecimiento de los grupos mafiosos. Después de la Segunda Guerra Mundial se empezó a desarrollar la relación entre los grupos delincuenciales de los dos países y el tráfico de drogas los ha hecho extender su presencia. En los últimos años, la mafia siciliana ha crecido en Italia, a nivel europeo e internacional.
Para entender el fenómeno del crimen organizado es indispensable voltear a ver lo que Italia hizo cuando se enfrentó a la mafia. En la década de los ochentas todavía se atendía esa problemática con los mecanismos de persecución penal comunes, al no haber resultados se crea un delito especial de asociación mafiosa y aporta las características que identifican a un grupo del crimen organizado, tales como: su permanencia, reparto de tareas, uso de la violencia e intimidación, corrupción de autoridades oficiales para evitar detenciones y facilitar sus actividades, fusión con la economía formal para lavar sus ganancias, estructuras, jerarquías, disciplina y reglas como la Ley del silencio, su intromisión obstaculiza el ejercicio del voto para favorecer a políticos.
En 1991 cuando se legisla para proteger a testigos colaboradores y para obtener con valor jurídico declaraciones antes de juicio, se autorizaron las escuchas telefónicas, se creó un delito de naturaleza política mafiosa, la extorsión se volvió una actividad natural. En 2011 se expidió un Código antimafia, prácticamente fueron los pioneros de la Convención de Palermo y aún siguen aportando medidas sociales efectivas. Lograron crear una “Conciencia antimafia” muy avanzada gracias a que en las escuelas se enfatiza el deber de conducirse con legalidad.
México abandonó en mucho el camino ya avanzado por Italia y recomendado por los organismos internacionales, su política criminal en los últimos años no ha sido consistente. Retomando el estudio del profesor Dalla Chiesa, es en el trabajo de las
comunidades y de las autoridades municipales en donde tenemos que dirigir nuestros esfuerzos.
Solo el respeto al estado derecho es el camino para construir civilidad, es la única forma de evitar la penetración del crimen organizado en las comunidades. No debemos tolerar las dadivas que, bajo la forma de apoyo social, proviene de la mafia en busca legitimar su imperio e impunidad.
La responsabilidad recae principalmente en los municipios por su cercanía con la comunidad, pero es de todos, sociedad civil, academia, gobiernos, poderes. Su atención es urgente, la mafia ya nos lleva mucho camino por delante. Si no lo hacemos seguramente el futuro del país estará en manos del crimen organizado.