Con motivo del reciente homicidio de dos sacerdotes jesuitas y el incremento de la violencia homicida en algunas entidades federativas, ha resurgido el debate sobre la estrategia del gobierno para pacificar al país, haciéndose públicas posiciones muy diversas y en algunos casos hasta encontradas, involucrando a algunas instituciones religiosas que han expresado su deseo de convocar a un gran diálogo nacional que incluya a los mafiosos y narcotraficantes.

Ciertamente el problema solo se va a resolver con la participación de todos los sectores de la sociedad y el gobierno en sus tres niveles, pero no pactando o acordando con criminales, ni concediéndoles amnistía. Como ya lo pudimos comprobar, la sola persecución armada y el enfrentamiento directo, tampoco ha resuelto el problema. En nuestra opinión, hemos perdido el enfoque, queremos la pacificación del país, pero no hacemos lo que a cada uno nos corresponde.

Hablamos de diálogo, de reconciliación, de perdón, de rezar, de un gran acuerdo, olvidándonos de las verdaderas causas del problema. La violencia en México no tiene un origen social, económico, ni ideológico, es un tema de lucro y ganancias excesivas. Los únicos objetivos de las bandas criminales son las cuantiosas ganancias que obtienen; no persiguen fines políticos o ideológicos ni buscan combatir la pobreza y desigualdad. Wilfried Bottke la define como “la criminalidad de varios miembros de la sociedad que más que para un hecho concreto se asocian generalmente por tiempo indeterminado y organizan su actividad criminal como si fuera un proyecto empresarial”.

La violencia terrorista y la mayoría de los homicidios en México son a causa de las disputas entre dos o más bandas criminales por el dominio de las plazas, para el control del narcomenudeo, la extorsión, de las zonas de producción y las narco-rutas hacia los EU. Los grupos criminales no entienden discursos ni argumentos, están peleando a muerte por las fuentes de ingresos que les interesan. Históricamente en nuestro País el problema se ha venido agravando, porque colindamos con el mayor mercado ilegal del mundo y los grupos criminales han corrompido algunos sectores de la sociedad e instituciones de gobierno, sin que la combatamos eficazmente.

La DO en México tiene la misma naturaleza que la del resto del mundo. La estrategia para combatirla debe ser similar a la que ha dado resultado en otros países, se deben destruir sus estructuras económicas detenerlos y enjuiciarlos. No existe una fórmula mágica, para pacificar el país se requiere la participación de toda la sociedad y de los tres niveles de gobierno, además de que nuestros vecinos del norte controlen su demanda de narcóticos que siempre está en crecimiento junto con el del flujo de armas. Mientras exista esa gran demanda, aunque se detengan a todos los grandes capos y se disuelvan todos los grupos criminales existentes, siempre habrá quien busque esas cuantiosas ganancias y los ingresos que obtienen como sicarios.

Ante la corrupción que ha provocado la expansión de la DO, toda la sociedad debería permitir que se compruebe el origen lícito de nuestros bienes y recursos, y acatar todas las normas y políticas oficiales en contra del lavado de dinero. Coincidimos en que la violencia genera más violencia, por lo que a los delincuentes se les debe aplicar la ley, procesarlos, encarcelarlos, no matarlos.

Analista

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