La independencia judicial es un pilar fundamental del estado de derecho; sin embargo, su ejercicio sin mecanismos efectivos de control y rendición de cuentas puede derivar en un poder desproporcionado y alejado de la voluntad popular. La inquietud social en torno al poder judicial mexicano se centra en la percepción de corrupción y falta de representatividad. Casos de jueces y magistrados que presuntamente actúan bajo influencias políticas o económicas han alimentado una creciente demanda ciudadana por mayor control y transparencia.

En este contexto, ha surgido una propuesta audaz: la reforma constitucional para que todos los jueces, magistrados y ministros sean elegidos directamente por el pueblo. Esta iniciativa busca aumentar la legitimidad y la responsabilidad de los jueces frente a la ciudadanía, pero plantea riesgos.

El análisis de esta propuesta debe considerar tanto los beneficios como los riesgos. Entre los beneficios se encuentran la potenciación de la rendición de cuentas y el fortalecimiento de la confianza pública en el sistema judicial. Sin embargo, los riesgos incluyen la vulnerabilidad, la politización, la influencia de campañas electorales costosas y potencialmente corruptas, y la interferencia del crimen organizado.

El problema de establecer límites y controles al poder judicial no es exclusivo de México; en los Estados Unidos, la interpretación constitucional por parte del poder judicial se ha convertido en un tema de creciente debate y controversia. La Corte Suprema, como intérprete final de la Constitución, posee un poder significativo que impacta profundamente en la vida política y social del país. Esta capacidad de interpretación ha sido vista tanto como una salvaguardia de los derechos fundamentales y como una fuente potencial de activismo judicial.

El debido proceso sustantivo, utilizado por los tribunales norteamericanos para proteger derechos fundamentales no explícitamente mencionados en la Constitución, ha generado controversia debido a su potencial para permitir a los jueces dictar políticas públicas. Este fenómeno es visto por algunos como una forma de legislar desde el estrado.

Para abordar esta preocupación, se sugiere limitar el uso del debido proceso y adherirse a una interpretación más estricta y textualista de la Constitución. Este enfoque, conocido como originalisimo, enfatiza la importancia de interpretar la Constitución según su significado original y los términos específicos utilizados en el documento.

Otro enfoque es fortalecer el papel del Congreso en la supervisión de las decisiones judiciales mediante la posibilidad de anular resoluciones que se consideren una extralimitación del poder judicial, aplicando este método con cautela para evitar la politización del sistema judicial y preservar la independencia judicial.

También en México, establecer límites para la interpretación Constitucional y la implementación de mecanismos adecuados de rendición de cuentas es esencial para asegurar que el poder judicial no se convierta en un órgano legislativo de facto y para mantener la integridad del sistema democrático. Este debate es crucial para el desarrollo de una jurisprudencia que refleje tanto la letra como el espíritu de la Constitución, promoviendo una gobernanza justa y equilibrada que respete los principios fundamentales sobre los cuales se erige la República.

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