La narcoviolencia en Europa ha escalado alarmantemente, preocupando a gobiernos y sociedades. Francia ha registrado un notable aumento en delitos relacionados con el narcotráfico. En 2023, el país reportó 418 asesinatos o intentos ligados a esta actividad, un 57% más que el año anterior. Este problema no solo afecta grandes urbes como París y Marsella, sino también zonas rurales, demostrando la adaptabilidad de las redes criminales.
Marsella ilustra esta problemática. Bandas como la DZ Mafia emplean violencia extrema similar a los cárteles latinoamericanos, recurriendo a extorsión, cobro de piso y reclutamiento de menores. Esto no solo aumenta la inseguridad, sino que también conecta a estas bandas con redes transnacionales, complicando su contención y exigiendo estrategias locales e internacionales.
Aunque los cárteles mexicanos contribuyen al tráfico de drogas hacia Europa, la violencia local está liderada por mafias como la 'Ndrangheta italiana, mafias rusas, albanesas, chinas y turcas. La 'Ndrangheta controla gran parte del tráfico de cocaína, mientras que las mafias rusas se diversifican hacia la trata de personas. Esto evidencia la naturaleza transnacional del problema, con actores diversos y estrategias complejas.
El ministro del Interior de Francia calificó esta violencia como "mexicanización", generando debate. Aunque busca destacar la gravedad del fenómeno, refuerza estereotipos que ignoran las dinámicas internas y perpetúan prejuicios contra la comunidad y empresas mexicanas en Europa. Superar estos prejuicios es clave para una colaboración internacional respetuosa y efectiva.
La violencia extrema y extorsión no son exclusivas de los cárteles mexicanos, sino rasgos históricos del crimen transnacional en Europa. Desde hace mucho tiempo, grupos mafiosos europeos como la 'Ndrangheta y otras organizaciones han utilizado estas prácticas como medio de sometimiento de grupos sociales, consolidando su control territorial y económico. En zonas rurales europeas, la falta de oportunidades y la débil institucionalidad han facilitado la proliferación de estas actividades, afectando profundamente a las comunidades.
El combate a la narcoviolencia requiere evitar la estigmatización de los mexicanos y reconocer a México como una víctima del narcotráfico. La población mexicana enfrenta serias repercusiones sociales y económicas debido a este fenómeno. Dado su carácter transnacional, el narcotráfico demanda la coordinación entre los países afectados. La elaboración de estrategias conjuntas exige iniciativas bilaterales enfocadas en la capacitación policial, el intercambio de inteligencia y el combate al lavado de dinero.
Es crucial promover campañas en redes sociales que exalten a las instituciones nacionales y los valores culturales de México, buscando contrarrestar el impacto de narcoseries e información sesgada en redes sociales, que hacen apología del crimen y perpetúan el estereotipo del narcotraficante mexicano. Estas campañas deben resaltar los esfuerzos del país en la lucha contra el narcotráfico y su riqueza cultural, al tiempo que apoyen la difusión
de su oferta turística como un motor clave para el desarrollo económico. Una narrativa equilibrada y estrategias de comunicación efectivas pueden construir un futuro más seguro tanto para México como para Europa, promoviendo una visión más justa y enriquecedora del país.