La pandemia tendrá efectos catastróficos sobre la educación de las niñas, niños y jóvenes de los casi 5 millones de escuelas en la Ciudad de México. Cientos de miles abandonaron la escuela durante el ciclo escolar 2020-2021, y quienes permanecieron en el sistema educativo virtual padecieron las deficiencias de un sistema educativo desorganizado e incapacitado para hacer frente al reto que significó el Covid-19. Ahí donde ha podido medirse, la pérdida educativa se estima en más del 70% de los aprendizajes esperados. En materia de violencia y salud mental, el reporte que presentó recientemente el subsecretario Alejandro Encinas es demoledor: en el primer semestre de este año, la violencia intrafamiliar aumentó 24 % respecto al mismo periodo de 2020; y la tasa de suicidios en niñas, niños y adolescentes aumentó 12 % en 2020 comparada con las cifras de 2019.
Ante esta catástrofe educativa, la necesidad de volver a las aulas es innegable, pues no se pueden seguir acumulando los estragos que el Covid-19 dejará en las generaciones que hoy deben estar en la escuela. Sin embargo, el retorno a las escuelas se hizo sin un plan de retorno seguro y eficaz para recibir a alumnos, maestros y padres de familia. No hay que olvidar que muchos planteles no cuentan con la infraestructura necesaria para cubrir con los cuidados básicos de prevención de los contagios. Según el reporte La Educación Obligatoria en México 2019, elaborado por el aniquilado Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), entre las escuelas de educación básica ubicadas en localidades rurales y municipios con alto rezago social 45 % carece de servicios de drenaje, 20 % carece de una red de agua potable y 5 % no tiene acceso a energía eléctrica.
Esta semana empecé un recorrido de diagnóstico en cinco escuelas de la Ciudad de México para hablar con sus comunidades y distribuir equipo de protección para un regreso seguro. La realidad con la que me encontré es muy grave. Las escuelas están muy deterioradas porque llevan año y medio en el abandono. Han sido saqueadas y sometidas a las inquietudes del clima. La escuela I.S.S.S.T.E. en Tlatelolco se está cayendo a pedazos: falta impermeabilizante, limpieza, bancas, pintura e incluso presenta daño estructural. Los padres no están dispuestos a regresar a las aulas ya no por temor al contagio sino por temor de que se derrumben sobre sus hijos.
En la escuela Chihuahua, en la Colonia Guerrero, de 307 alumnos sólo se presentó uno. Esto habla de la desconfianza que impera en varias colonias de la Ciudad de México ante la marcada incompetencia de la autoridad educativa. En la escuela Italia, la directora Shell, con profunda vocación de servicio, convocó a los padres de familia para limpiar la escuela, pero sólo llegaron dos. Se dice que la educación es tarea de todos, pero en este regreso a clases falló lo más importante: tener un plan claro, ordenado y respaldado por los recursos y materiales necesarios.
No dejaremos de hacer un llamado a las autoridades para que cumplan con sus responsabilidades, pero frente a la falta de planeación y de acción decisiva del gobierno, la sociedad tendrá que encontrar los mecanismos para hacerle frente a la emergencia en las escuelas. Deberán ser las madres y los padres de familia quienes asuman la responsabilidad solidaria de desinfectar y sanitizar las escuelas. También le corresponderá a cada comunidad educativa, bajo el liderazgo de su director, asegurarse de que se cumplan los protocolos mínimos de distanciamiento e higiene para evitar contagios.
El regreso a clases era impostergable, pero las condiciones de improvisación en que se está llevando a cabo no eran inevitables. La incompetencia del gobierno aumenta el riesgo que tienen que enfrentar las familias y las deja, una vez más, en absoluta indefensión. A falta de un gobierno que haga su trabajo, la sociedad está llamada a organizarse y responder a la emergencia educativa.
@cynthialopezc1