El lunes 26 de agosto comenzó el Ciclo Escolar 2019-2020. Regresaron a clases más de 26 millones de alumnos de educación básica (primaria y secundaria) y más de 1.2 millones de maestros que se prepararon durante dos semanas para recibirlos en todas las escuelas del país. Más allá de los nervios y el entusiasmo que suelen acompañar a este momento, este año el regreso a clases estuvo marcado por la incertidumbre y el desconcierto. En buena medida, esto se debe a que aún no se ha logrado construir una propuesta consensuada de leyes secundarias en materia educativa.
La desinformación en torno a la legislación educativa ha sido tal que entre algunas comunidades educativas del norte del país ha corrido como pólvora la versión de que la nueva Ley General de Educación pretende nacionalizar las escuelas privadas, eliminar las clases de religión, expropiar sus instalaciones e imponer un modelo de adoctrinamiento socialista. Se trata, desde luego, de temores con poco fundamento, pero que son alimentados por la falta de eficacia y claridad en la propuesta legislativa del gobierno. Hace falta comunicar mejor.
El desconcierto de padres y maestros va mucho más allá de las lagunas jurídicas y afecta también el ámbito pedagógico. A pesar del bombardeo de videos promocionales en la fase intensiva de los Consejos Técnicos Escolares, la verdad es que el proyecto de la “Nueva Escuela Mexicana” descansa todavía sobre el aire y los talleres de capacitación sobre lo que podría llegar a ser no sólo no brindan certeza a los maestros, sino que contribuyen a ahondar su confusión. Peor aún, en su afán de satisfacer a clientelas sindicales, las autoridades educativas han decidido eliminar de un plumazo los espacios de autonomía curricular que prometían hacer realidad una educación más ajustada al contexto y la realidad de cada escuela.
En medio de la incertidumbre y más allá de la retórica, lo cierto es que el primer ciclo escolar de la autodenominada “Cuarta Transformación” da inicio con una serie de deterioros palpables en materia educativa. Los maestros ya no cuentan con un sistema de desarrollo profesional basado en el mérito, ni los padres y madres de familia cuentan con esta garantía de calidad sobre la educación que recibirán sus hijos. A raíz de los recortes presupuestales, hoy operan menos escuelas de tiempo completo, una modalidad altamente valorada por las familias que ha demostrado su incidencia positiva sobre el aprendizaje más allá de toda duda. Ni siquiera hay garantía de que los libros de texto gratuitos, que llevan décadas repartiéndose sin mayor eventualidad, vayan a estar disponibles y a tiempo.
Lo más grave es que los millones de alumnos que retoman las mochilas y los cuadernos, están regresando a escuelas con menos herramientas para prepararlos para su futuro. A un año de que concluya la segunda década del siglo XXI, las escuelas mexicanas no están llevando a cabo las transformaciones urgentes para adaptarse a un mundo marcado por la velocidad en el avance del conocimiento. Más del 65% de los niños que hoy están entrando a primaria, van a trabajar en puestos de trabajo que aún no se han inventado. Este es el desafío que el modelo educativo actual buscaba atender a partir de un profundo ajuste curricular para centrarse en los aprendizajes clave para seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Pero eso ya no será y no sabemos qué llegará para sustituirlo. La buena noticia es que habrá más clases de música y de civismo.
Diputada federal.
cynthialopezc1