La consulta popular fue un fracaso monumental para la mal llamada cuarta transformación. No solo mostró, por enésima ocasión, la incapacidad del gobierno para ejecutar cualquiera de sus designios, sino que dejó en evidencia el deterioro de su base electoral. A pesar de ser ridícula, no puede considerarse irrelevante, en primer lugar por el dispendio grosero que representa y también porque es de esperar que se tome como pretexto para comenzar persecuciones políticas y para seguir erosionando a los órganos autónomos, empezando por el INE.

A pesar de los esfuerzos de acarreo desde Morena y desde el gobierno, agotando todos los recursos del libreto populista, la consulta no logró convocar más que a siete millones de electores, una cifra muy lejana a los treinta millones que votaron por el gobierno de la 4T en 2018. Esta representa hoy la base dura de Morena, una cifra inferior a la peor votación histórica del PRI: en 2006, Roberto Madrazo superó los 9 millones de votos. De poco les han valido los miles de millones de pesos que han empeñado mediante transferencias directas para la población más vulnerable, condicionando su entrega al respaldo de su proyecto político.

El capricho del Presidente nos costó a los mexicanos un derroche de más de quinientos millones de pesos. En plena pandemia y crisis económica, estos recursos bien pudieron ser utilizados para ampliar la compra de vacunas y recomponer un poco la pésima estrategia sanitaria que ha cobrado la vida de medio millón de mexicanos. El costo de la consulta es ofensivo, pues mientras se despilfarra el dinero en ocurrencias, ya han muerto cerca de dos mil niños a casusa del cáncer, sin que tuvieran la oportunidad de seguir luchando contra la enfermedad por la falta de medicamentos en el sector salud.

Al costo monetario de la consulta, hay que sumar el desgaste al que esta ocurrencia ha sometido a un instrumento valioso de democracia directa, como es la consulta popular. Ojalá que esta primera experiencia, amarga e inútil, no dicte la suerte de un instrumento que tiene gran potencial para empoderar a los ciudadanos. Hubiera sido mucho mejor utilizar este mecanismo democrático para decidir si queríamos seguir con la construcción del Tren
Maya, cuyos costos económicos y ambientales aumentan día con día, o si preferíamos utilizar esos recursos para apoyar a los 13 millones de mexicanos que perdieron su empleo desde marzo de 2020.

A pesar de todo, no podemos dejar de reconocer el impecable trabajo del Instituto Nacional Electoral, que logró cumplir con su encomienda de organizar esta consulta con extraordinaria eficiencia. Los obstáculos no fueron pocos, empezando por la insuficiencia presupuestal y una avalancha de desinformación a cargo de la 4T con miras a minar la credibilidad y fortaleza del árbitro electoral. Contra viento y marea, el INE logró demostrar una vez más que es un baluarte de nuestro andamiaje democrático. La intención de Morena de utilizar la consulta para debilitar al INE fue manifiesta, pero les salió el tiro por la culata y hoy tenemos un INE más fuerte que nunca.

Morena perdió la consulta y el tamaño de su base electoral real quedó al descubierto. Con menos de dos meses de distancia, los mexicanos hemos podido constatar en dos ocasiones que Morena y López Obrador pueden ser derrotados en el terreno electoral. La obsesión con el pasado abre una veta de esperanza en el porvenir. Hoy queda claro que una oposición articulada y con proyecto de futuro podrá vencer al lopezobradorismo en 2024.

Diputada Federal.
@cynthialopezc1

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