Esta semana concluimos el segundo período ordinario de sesiones del primer año de la LXV legislatura en la Cámara de Diputados —durante el que aprobamos un total de 70 iniciativas—. Como miembro del grupo parlamentario del PRI, estoy orgullosa y satisfecha del trabajo legislativo de mi partido. En particular, porque desde la oposición logramos detener la reforma eléctrica que Morena quería imponer a todos los mexicanos para crear un monopolio de facto de parte de la CFE, elevar los precios de la electricidad y atrasar a México en materia de transición energética. Sin duda, este triunfo de la oposición es uno de los logros más destacados de esta legislatura no sólo porque defendimos enérgicamente y con base en argumentos sólidos los intereses del país y los de todos los mexicanos, también porque demostramos que la oposición es un contrapeso efectivo al partido mayoritario.
En cualquier democracia sana es indispensable la existencia de pesos y contrapesos para vigilar el ejercicio del poder y evitar la concentración de facultades en un solo órgano de gobierno. Hoy, debemos celebrar que nuestro país cuenta con un sistema multipartidista robusto, al tiempo que es necesario redoblar nuestros esfuerzos para preservar la pluralidad y el derecho a disentir. La reforma eléctrica de Morena es la primera reforma constitucional que frenamos desde la oposición en esta administración, de ahí su alto grado de simbolismo. Se trata de una victoria que demuestra que la oposición es real y es fuerte y, sobre todo, que estamos más unida que nunca.
La batalla en contra de esta reforma fue larga, complicada y desgastante. Consciente de que no tendría los votos suficientes para alcanzar la mayoría, Morena maniobró por todos los medios posibles para bloquear a la oposición desde el momento en que decidió posponer la discusión de la reforma, prevista originalmente para el martes 12 de abril. Sin embargo, mantuvimos un frente unido e, incluso, muchos legisladores pasamos la noche en la Cámara de Diputados durante el fin de semana para estar presentes en la votación el domingo de resurrección.
Luego de que detuvimos la reforma eléctrica, Morena se adjudicó un aparente triunfo político con la aprobación exprés de la reforma a la Ley Minera para reservar para uso exclusivo del Estado la exploración, explotación y uso del litio. El dictamen se recibió a las ocho de la noche del domingo 17 de abril. No pasaron ni 24 horas para que la iniciativa se votara en el pleno, lo que demuestra que los legisladores de Morena votaron, una vez más, a ciegas. En la oposición presentamos una moción suspensiva para aplazar la discusión porque claramente se incumplió con el período reglamentario para circular el dictamen.
Personalmente, estoy convencida de que es burdo, imprudente e irresponsable votar legislación que tiene consecuencias para un país entero sin siquiera haberla revisado. Sobre el litio, un mineral que sin duda es valiosísimo para el futuro energético del mundo y de México, quedan por verse cuáles serán las consecuencias de estos cambios, sobre todo porque las modificaciones a la Ley Minera no especifican qué pasará con las concesiones que la Secretaría de Economía ya otorgó para la exploración del litio, es decir, hay incertidumbre sobre si éstas serán respetadas o revocadas.
Más grave aún es la campaña de desprestigio público que iniciaron los legisladores de Morena tras la derrota. Nos acusaron de traidores a la patria. Además de la violencia intrínseca de una acusación de esta naturaleza, este tipo de señalamientos alimentan la polarización en México. En un país con más de 120 millones de habitantes y con más de la mitad de la población viviendo en condiciones de pobreza extrema, lo que necesitamos es unidad, no división. A lo largo de los últimos tres años, Morena se ha encargado de agrandar las brechas entre nuestra gente con un discurso de resentimiento, antipatía y animosidad que nos aleja los unos de los otros y que nada aporta a la vida pública ni a nuestra democracia. Si la traición consiste en una falta a la lealtad al Estado, me atrevo a señalar a Morena como los verdaderos traidores. No sólo porque con sus reformas atentan en contra del desarrollo, crecimiento y bienestar de México, sino porque con su discurso, sus acusaciones y sus acciones han mermado la solidaridad entre los mexicanos.