Si algo quedó claro este fin de semana, es que la democracia no les pertenece. El sectarismo de quienes han pretendido enarbolarse en los últimos cuatro años y medio como garganta del pueblo ha quedo exhibido. El país no es de un solo hombre, las calles no son solo de una fracción política y la democracia no es de unos cuantos.

La marcha que protagonizamos miles de mexicanas y mexicanos fue un recordatorio para quienes ostentan el poder y se empeñan en dividir, polarizar y descalificar a quien piensa distinto. Hoy, el partido gobernante tiene a México sumido en el peor retroceso democrático de los últimos 30 años. Todo esto, en un momento de acecho generalizado a los contrapesos, la división de poderes, los órganos autónomos, la sociedad civil, los periodistas y a quien piensa distinto. Basta ver los ataques diarios a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que expresan en sus resoluciones su autonomía e independencia y, por otro lado, se protege y apapacha a quien miente y se le documenta ampliamente su deshonestidad intelectual. Basta ver cómo se trata a la prensa y los medios que le resultan incómodos y se les confronta desde el púlpito presidencial todas las mañanas. ¿A quién pretenden engañar? Cuando les conviene el pueblo es sabio, pero cuando les reclama sus derechos, es conservador.

Esta manifestación fue un llamado a la concordia, a escuchar al diferente y a entender que en democracia la diversidad de voces enriquece nuestro sistema, no lo empobrece como tristemente lo piensan quienes están en el gobierno.

No se equivocan quienes dicen que son tiempos de definiciones. Hoy, toca decidir entre un México de libertades, o uno en la ruta del autoritarismo; entre un sistema que respeta la pluralidad o uno que persigue la diferencia y el desacuerdo.

Los atentados a nuestra convivencia están a los ojos de todos y debe encender las alertas en todos los sentidos. “México vive un proceso de retroceso democrático”, advierte el Índice de la Democracia 2022 elaborado por la revista británica The Economist. El reporte señala que México pasó del puesto 86 al 89 de un total de 167 naciones analizadas en cinco categorías: procesos electorales y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. México recibió una calificación de 5.25 de 10 puntos. En el reporte de 2021, también tuvimos una caída de 14 posiciones, que pasó de ser considerado una “democracia deficiente” a un “régimen híbrido”.

En días recientes, la revista estadounidense The Atlantic apuntaba en un texto de David Frum que el actual gobierno busca “desmantelar el admirado sistema electoral mexicano para hacerse con el control de las elecciones”. Y este fin de semana el diario Financial Times hace un recuento de cómo la democracia mexicana se ha consolidado desde finales de la década de los ochenta hasta la fecha y cómo a través de la destrucción de instituciones democráticas independientes, se pretende socavar las elecciones libres y transparentes, como sucedió en los gobiernos de Jair Bolsonaro en Brasil y de Donald Trump en EU.

Hoy dicen que las elecciones son caras, pero más caro es no tener elecciones confiables.

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