La Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático, también conocida como COP, lleva a cabo su 26ª edición en la ciudad de Glasgow, Escocia, desde el 31 de octubre pasado y hasta el 12 de noviembre próximo. La COP26 tiene una enorme importancia para el mundo entero –incluido México–, pues se trata de una reunión multilateral que no sólo reúne a miles de representantes de gobiernos, empresas, organizaciones no gubernamentales y grupos de la sociedad civil, también será determinante para asegurar las cero emisiones para mediados de siglo y para limitar el calentamiento global.
Cada año, las reuniones de la COP sirven para dar seguimiento a lo establecido por el tratado de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, identificar avances y buenas prácticas en materia climática y vigilar el cumplimiento en la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero. La COP26 ha acaparado gran atención internacional porque será decisiva para garantizar el cumplimento de los Acuerdos de París, firmados en 2015, y finalizar el Reglamento de París para que el acuerdo sea plenamente operativo. Los Acuerdos de París constituyen un parteaguas en la agenda de cambio climático, pues con ellos se estableció una visión de largo plazo para la transición global a una economía baja en carbono hacia mediados del presente siglo, así como la ambiciosa meta de limitar el calentamiento del planeta por debajo de los dos grados centígrados (idealmente 1,5ºC).
Hoy más que nunca es urgente atender el desafío del cambio climático y para ello se requiere el compromiso y la acción coordinada de todos. A pesar de que decenas de países, entre ellos México, así como los Estados miembro de la Unión Europea, se han comprometido con el objetivo de lograr emisiones cero, los avances registrados al día de hoy son claramente insuficientes. Además, los tiempos para lograrlo son vagos y hasta elusivos, pues algunos países han retrasado sus medidas de acción hasta después de 2030. No obstante, hay un consenso generalizado entre la comunidad científica y los líderes de distintas organizaciones internacionales sobre la imperiosa necesidad de implementar soluciones concretas y efectivas a este problema.
Al iniciar la COP26, voces como la del Secretario General de la ONU, António Guterres, han expresado que “estamos cavando nuestra tumba”. Es apremiante dejar de “quemar, perforar y minar” nuestro camino y limitar el uso de fósiles combustibles, causantes de 73% de las emisiones de gases efecto invernadero producidas por las actividades humanas. Los avances en el conocimiento científico muestran la intensificación del cambio climático, su efecto generalizado en todas las regiones del mundo, y la influencia humana en el clima global y en eventos extremos como olas de calor, así como fuertes lluvias o sequías, incendios e inundaciones que han azotado medio mundo. Escenas dramáticas pero reales.
En el caso de México, en medio de la acalorada discusión sobre la propuesta de reforma energética impulsada por el señor Presidente, es indispensable no perder de vista los compromisos internacionales del país y el hecho de que la citada reforma podría arriesgar la capacidad de México para cumplir con sus metas de reducción de emisiones. Esto porque permitiría que plantas obsoletas y contaminantes que utilizan diésel, combustóleo y carbón incrementen su participación de mercado sin tener que competir ni en costos ni en nivel de emisiones. De igual manera, plantas más modernas, limpias y eficientes operadas por el sector privado podrían, eventualmente, dejar de operar. Se trata de costos que México debe ponderar en la ecuación en materia de combate y mitigación al cambio climático. A esto hay que sumar la desaparición del Fondo para el Cambio Climático y la reducción del presupuesto dedicado a rubros medioambientales.
Hoy, nuestro país es uno de los 15 mayores emisores de gases efecto invernadero y uno de los 12 países más vulnerables a los efectos del calentamiento global, como prueba basta recordar que en el último par de años hemos vivido sequías en el norte, inundaciones en nuestras costas e incendios en nuestros bosques. Por todo esto, la delegación de México en Glasgow debe asumir a cabalidad el hecho de que nuestro país requiere de un esfuerzo consciente y constante que sea proporcional a nuestra importancia y vulnerabilidad como país en materia de cambio climático.