Generó mucha polémica y no pocos memes –algunos francamente muy divertidos– mi intervención en la Cámara de Diputados en la que aseguraba que un panqué de chocolate con 550 ml de THC podría provocar un viaje de cuatro días. Parece exagerado, pero no lo es. Me refería a una práctica de consumo conocida como “lágrimas de fénix”, que consiste en jeringas de succión de aceite con altos concentrados de THC, que en caso de consumirse de un jalón tendrían una potencia equivalente a 200 churros convencionales. En cualquier caso, esta discusión apunta a uno de los principales defectos de la Ley para la Desregulación de la Marihuana impulsada por Morena: se limita a liberalizar gramajes y no establece límites a los porcentajes de THC o sustancia psicoactiva que puede contener la marihuana recreativa, mismos que pueden oscilar entre 1% y 40% dependiendo de la cepa.

Este no es el único defecto del dictamen que se aprobó en la Cámara. Otra deficiencia inexplicable es la falta de distinción entre la marihuana recreativa y el cáñamo industrial, que no tiene efectos psicotrópicos y tiene muchas otras aplicaciones productivas. México tendría un gran potencial para reconvertir plantíos ilegales y desarrollar una industria próspera y competitiva de cáñamo industrial, pero para eso haría falta hacer la distinción entre ambos tipos de cannabis y plantear una política industrial específica. La nueva ley mezcla peras con manzanas, y esto limita, paradójicamente, el desarrollo de aquellas aplicaciones del cannabis que no tienen ningún efecto negativo sobre la salud y sobre la sociedad.

En tercer lugar, la iniciativa le da facultades de regulación a una entidad –la Conadic– que tiene un mandato completamente distinto y no tiene la capacidad instalada para otorgar licencias y hacer verificaciones. En todo caso, la instancia encargada de estas funciones debería ser la Cofepris. El desaseo y la premura con que se construyó la propuesta también se traducen en un periodo de transición insuficiente y sin la planeación adecuada. Simplemente no existen datos serios sobre cuál es el tamaño esperado del mercado: ¿cuántas hectáreas se deben sembrar?, ¿cuántas licencias se van a expedir?, ¿cuáles serán los tiempos y requisitos para obtenerlas?

Como consecuencia de esta falta de planeación los mercados negros no solamente seguirán existiendo, sino que incluso van a crecer. En Canadá, el 50% de la marihuana se sigue comercializando en mercados ilegales. Aquí, la falta de claridad sobre los procesos de obtención de licencias, el exceso de burocracia y la diferencia de precios entre una empresa formal y las operaciones clandestinas ya instaladas llevará a un aumento de la corrupción y de los mercados negros, sin control de calidad y con productos altamente riesgosos, como los comestibles y otros derivados como las ya mencionadas “lágrimas de fénix”.

Finalmente, y lo más importante de todo: la desregulación se va a llevar a cabo en un contexto de falta de educación y consciencia sobre los efectos nocivos del consumo de la marihuana, particularmente entre los jóvenes. La marihuana no es una droga inofensiva como se nos quiere hacer creer: tiene efectos permanentes sobre las capacidades cognitivas y sociales de los jóvenes, aumenta las conductas de riesgo y frecuentemente es una puerta al consumo de otras sustancias aún más destructivas. Yo no puedo darles la espalda a los padres y madres de familia desesperados porque la adicción está destruyendo la vida de sus hijos.

La desregulación de la marihuana impulsada por Morena va mucho más allá del mandato de la Corte en torno a permitir el autoconsumo y abre la puerta a una desregulación apresurada y caótica de actividades como la producción, distribución y comercialización de la marihuana recreativa. En caso de ratificarse en el Senado será un experimento extremadamente costoso, en vidas, en adicciones y en deterioro de la salud de los jóvenes. Eso no es lo que yo quiero y por eso voté en contra.

Diputada Federal.
@cynthialopezc1

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