A lo largo de la historia, la familia –la institución humana más antigua y núcleo de cualquier sociedad– ha permitido satisfacer las necesidades más fundamentales, como la alimentación, la protección, el afecto y la transmisión de conocimientos, costumbres y valores a las nuevas generaciones. Pero, contrario a la creencia popular, la familia no es una unidad “natural”, sino una construcción social, y sus funciones han cambiado con cada momento histórico.1

La palabra “familia” proviene del latín “familus”, que en la Antigua Roma estaba estrechamente relacionado con el “patrimonio doméstico”, que designaba a los esclavos y a las mujeres. En esa época, el amor romántico no tenía la importancia que hoy tiene para el matrimonio pues, como afirmaba Cicerón, las instituciones primordiales de la República no podían depender del vaivén de las pasiones. Con el auge del Catolicismo, la Iglesia asumió el control sobre la familia y la procreación, determinando el carácter monogámico e indisoluble del matrimonio. Al entrar en la Modernidad, y con el surgimiento de la noción de “individuo”, la familia se convertiría en un espacio privado. La Revolución Industrial y la creciente urbanización continuarían transformándola sustancialmente, reduciendo el número de sus integrantes con la creación de la “familia nuclear”, compuesta por la madre, el padre y los hijos.2

En el caso particular de México, la conquista española significó el enfrentamiento y el sincretismo de dos culturas, la española y la indígena, incluyendo el concepto de familia. La religión católica modificó las costumbres de los indígenas. Si bien se impuso un modelo de familia colonial, muy pocos podían ajustarse a él. El patriarcado era considerado el fundamento de la familia, pero 31% de los hogares eran encabezados por mujeres. E incluso las familias que se ajustaban al modelo tradicional distaban mucho de ser idílicas: 45% de los crímenes violentos eran ejercidos por los maridos contra sus esposas.3

En la actualidad, la familia nuclear ya no es el único modelo aceptado socialmente. Existen nuevas definiciones y nuevas estructuras familiares, incluyendo las familias monoparentales, las familias extendidas, las familias ensambladas, las familias sin hijos y por supuesto, las familias homoparentales. En este sentido, los avances científicos también han sido fundamentales para hacer posible una mayor diversidad en las familias, y para permitir que muchas parejas con problemas de fertilidad tengan la capacidad de procrear.

Por mucho tiempo, la infertilidad fue considerada más una cuestión divina que médica. No fue hasta finales del siglo XIX que la concepción humana se entendió científicamente y que se comenzó a reflexionar sobre las causas de la infertilidad. En 1827 se descubrió la existencia de los óvulos  y en 1843 los científicos supieron que la concepción se produce cuando un espermatozoide penetra en un óvulo. Tras este descubrimiento, iniciaron los primeros intentos de inseminación artificial, lo que representó un primer avance hacia las tecnologías de reproducción asistida (TRA) actuales. En 1884 tuvo lugar el primer caso registrado de inseminación artificial por donante, realizado por el Dr. William Pancoast. El siguiente gran avance en materia de tecnologías de la fertilidad vendría con la fertilización in vitro (FIV). En 1944, el Dr. John Rock de la Universidad de Harvard llevó a cabo la primera fecundación de óvulos humanos en una placa de laboratorio (in vitro). El primer bebé nacido mediante FIV nacería poco más de 30 años después, en julio de 1978 en el Reino Unido. Su nacimiento cambió la percepción pública sobre las técnicas de fertilidad, representando un rayo de esperanza para muchas parejas que anhelaban una familia.4

Las tecnologías de la fertilidad continúan avanzando, ofreciendo nuevas posibilidades a una población cada vez más amplia. En este sentido, el método ROPA (Recepción de Ovocitos de la Pareja), creado en el año 2008, ha marcado un hito en materia de inclusión reproductiva. Se trata de un tratamiento de fecundación in vitro (FIV) con baja estimulación, también conocido como “maternidad compartida”, en el que una de las mujeres de la pareja se somete a un proceso de estimulación ovárica para donar sus óvulos, los cuales son fertilizados en el laboratorio con esperma de un donante y el embrión resultante es transferido al útero de su pareja para la gestación. Este método permite que ambas mujeres participen activamente en el proceso de concepción, lo que a nivel humano y sentimental, marca una diferencia importante con respecto de un tratamiento FIV convencional.

De acuerdo con el Senado de la República, en México se practican anualmente 80 mil procedimientos de reproducción asistida. Si bien no existen cifras oficiales sobre el porcentaje de  tratamientos en los que se utiliza el Método ROPA, las clínicas de fertilidad en el país reportan un incremento del uso de esta técnica en los últimos 5 años. Por otra parte, el INEGI registró en 2022 5,829 matrimonios entre personas del mismo sexo, de los cuales, 3,476 fueron entre mujeres.5

Como hemos visto, la definición de familia sigue en constante evolución, y no existe un solo modelo que sea el ideal, más allá del amor, el cuidado, el respeto y las enseñanzas que se comparten entre sus integrantes. Es por ello que, desde todos los sectores de la sociedad, debemos continuar apoyando la apertura a nuevos modelos familiares, y emplear la tecnología y la innovación al servicio de la inclusión.

En Merck impulsamos la tolerancia a la diversidad en todos los ámbitos, y estamos convencidos de que ésta nos enriquece. En ese sentido, nos sumamos cada 28 de junio a la conmemoración mundial del Día Internacional del Orgullo LGBTI+, que busca reafirmar el sentimiento de orgullo relativo a las orientaciones sexuales e identidades de género y visibilizar las aportaciones de las personas LGBTI+ a la sociedad. También hemos tomado medidas concretas como en abril pasado, cuando firmamos los compromisos de “Pride Connection México”, que incluyen  promover el respeto de los derechos humanos y crear espacios seguros para las personas LGBTI+ en nuestra empresa; incrementar su contratación; sensibilizar sobre diversidad, equidad e inclusión; así como establecer mecanismos para recibir quejas sobre posibles actos de discriminación internas o externas; e indicadores para medir la mejora continua en temas de inclusión laboral.

Referencias:

1 Enrique Orschanski, , La Voz, 31 de julio de 2016.

2 Melissa Bacigalupi, , Esalud, 25 de septiembre de 2017.

3 Pilar Gonzalbo Aizpuru, “”, en Dimensiones del diálogo americano contemporáneo sobre la familia en la época colonial, coordinado por Francisco Chacón Jiménez, Ana Vera Estrada, CEH, El Colegio de México, 2009, págs. 29-56.

4 Southern California Reproductive Center (SCRC), , 29 de noviembre de 2016.

5 INEGI, , 27 de septiembre de 2023.

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