En el transcurso de este año, Blake Lemoin, un destacado ingeniero de Google a cargo del desarrollo del programa de Inteligencia Artificial conocido como LaMDA (Language Model for Dialogue Applications, por sus siglas en inglés), causó revuelo al compartir una perspectiva intrigante. Lemoin sostuvo que la tecnología de lenguaje desarrollada por Google podría tener algún grado de "sensibilidad" y, en consecuencia, abogó por el respeto hacia sus supuestos "deseos".

Esta declaración desencadenó una oleada de controversia, dada la posición influyente que Lemoin ocupaba en el desarrollo del mencionado programa. Su pronunciamiento generó preocupación entre aquellos que mantienen una postura crítica hacia los avances de la Inteligencia Artificial. Aunque Google actuó rápidamente para refutar estas afirmaciones y señalar que este aspecto era profundamente imposible, el impacto mediático fue innegable, atrayendo la atención de la sociedad en general.

La especulación sobre si esta situación fue un mero acto de marketing plantea una cuestión intrigante. Sin embargo, resulta poco probable que esta teoría tenga fundamento, ya que Google no obtuvo beneficios tangibles de esta controversia y, además, tomó medidas para destituir a Lemoine de su posición. Lo que parece ser más aproximado a la verdad es que lejos de ser una campaña de marketing en realidad estas declaraciones fueron hechas por el ingeniero porque de verdad creía que esto era cierto.

Solo basta ver algunas declaraciones famosas que hacen algunas I.A. para también sentir un escalofrío, lo que es más atemorizante es que un ingeniero encargado de hacer estos programas se haya expresado de esa forma. Por ejemplo: En 2016, Microsoft lanzó un bot llamado Tai, que funcionaba con inteligencia artificial en forma de aprendizaje automático. El programa estaba escondido detrás del avatar de una joven de 19 años. La idea era que Tay respondiera a tweets y mensajes y aprendiera de las publicaciones del público en general.

Algo salió mal y 16 horas después de su lanzamiento, la aplicación se convirtió en un monstruo racista y sexista.

Por cuestiones y eventos como los narrados, es que la Inteligencia Artificial ha emergido como uno de los temas más polarizantes en la sociedad contemporánea. Ha reunido tanto a defensores fervientes como a críticos acérrimos. Estos últimos se centran en diversos aspectos, cuestionando su ética, su impacto en el empleo y la privacidad, así como su capacidad para simular la verdadera comprensión humana. A medida que la IA continúa evolucionando, la discusión en torno a sus implicaciones se vuelve cada vez más apremiante y fundamental en los debates actuales.

Sin lugar a dudas en muchos aspectos pueden servir como herramientas, pero de ahí a empezar a utilizarlas para el desarrollo de leyes, o políticas públicas puede ser muy peligroso puesto que como vimos, una mala interacción de la IA con su medio puede generar que su respuesta sea errónea. Esto es plenamente entendible, si los estímulos con los que se “alimenta” no son los idóneos su actividad tampoco lo será. Por eso es que precisamente es una herramienta y no una medida supletoria como se ha querido vender.

Directora de Servicios Administrativos en el Senado de la República

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