El lunes pasado, el Congreso de la Ciudad de México decidió rechazar la ratificación de Ernestina Godoy como fiscal, votando en contra de extender su permanencia en el cargo por cuatro años más. Esta acción plantea una serie de implicaciones significativas.
La reacción de la oposición ante este evento destaca una problemática arraigada en nuestra democracia desde hace tiempo. Al igual que en casos anteriores, como la elección de Lenia Batres como ministra de la Suprema Corte, se sigue observando una politización de cargos que deberían mantenerse al margen de consideraciones partidistas.
La oposición argumenta que tanto Ernestina Godoy como Lenia Batres tienen afinidad con los ideales de izquierda defendidos por el Movimiento de Regeneración Nacional y que por tal motivo, su trabajo podría estar sesgado. Es cierto que, al ser seres humanos, tienen sus propias ideologías y defienden sus principios e ideas y naturalmente, pueden llegar a sentir inclinación por una corriente política, como ocurre con todas las personas. Sin embargo, criticar y desacreditar sus perfiles profesionales simplemente por su afinidad con un partido es contraproducente para la democracia.
La autenticidad de una democracia radica en la diversidad de ideas que convergen hacia un consenso, no en la adhesión a las creencias de un solo perfil. En este sentido, proclamar la ilegitimidad de una ministra solo por que busca juzgar considerando la desigualdad social y la diversidad cultural de nuestro país no es congruente con los principios democráticos. Las sentencias judiciales deben reflejar una conciencia de la realidad social y no deberían ser cuestionadas por motivos partidistas.
Es igualmente injusto descartar a un perfil capaz, honesto y eficiente como el de Ernestina Godoy simplemente por la proximidad de las elecciones del próximo año.
El hecho de que la oposición celebre este tipo de acontecimientos como una victoria va en detrimento de la estabilidad y la eficacia de las instituciones, poniendo en riesgo la continuidad de funcionarios que han demostrado idoneidad en sus roles. El perfil de cualquier servidor público debe de ser criticado por su efectividad y su eficiencia, no por sus ideas.
Así pues, estos sucesos continúan revelando una lamentable realidad en la esfera pública de nuestro país: la tendencia a politizar y polarizar a quienes no comparten nuestras mismas ideas. El mantener estas conductas nocivas continuará afectando, no a Morena, como cree la oposición, si no que afecta directamente a la democracia.