El pasado primero de marzo comenzaron oficialmente las campañas federales que se llevarán a cabo a principios de junio. Para muchos, resulta sorprendente que el periodo electoral establecido por la ley apenas comience, ya que desde hace meses estamos inmersos en una campaña abierta: vallas publicitarias de todos los partidos, propaganda en bardas, spots y mítines políticos inundan todos los rincones del país. Es innegable que vivimos en un país hiperpolitizado, pero lamentablemente, no en el mejor sentido.
Si preguntamos a cualquier persona si conoce a algún candidato, seguramente la mayoría estará familiarizada con los nombres de aquellos que aspiran a un cargo. Sin embargo, si preguntamos por las propuestas de estos candidatos, es probable que el desconocimiento sea casi absoluto. Conocen a los candidatos, pero ignoran lo más importante: ¡¿Qué van a hacer?!
Esta problemática no se debe necesariamente a la falta de interés de la población, sino que tiene raíces más profundas, arraigadas en la misma lógica de nuestro sistema político.
Nuestro sistema electoral ha enfocado las campañas de tal manera que el énfasis recae en la promoción personal de los candidatos, por encima de sus proyectos. Incluso sus afiliaciones ideológicas (si pertenecen a la izquierda o la derecha) atraen más atención mediática que sus propias propuestas. Hasta la ley electoral resulta absurda en este sentido: ¿Cómo es posible que un precandidato pueda realizar abiertamente campaña a lo largo y ancho de México, pero tenga prohibido presentar una sola propuesta?
Por encima de la afiliación partidista, de las preferencias personales o de la simpatía de un candidato, siempre debería prevalecer su plan de trabajo: qué planes tiene para nuestro país y cómo piensa llevarlos a cabo. Lamentablemente, nuestro sistema ha descuidado esta parte crucial y se ha enfocado en otros aspectos que carecen de trascendencia real. Esta cuestión, reiteró, no es culpa ni de los candidatos, ni de los partidos, ni del electorado, es culpa del mismo sistema pues así están fijadas las reglas del juego.
Es crucial reformular la manera en que se conciben las campañas políticas en nuestro país, desde la legislación electoral hasta las preferencias de consumo de la sociedad. Necesitamos una campaña política que se centre en los proyectos y no en los partidos o incluso en los mismos candidatos. Es hora de un enfoque más sustantivo y participativo en el proceso político.