Nos encontramos en un momento crucial tras casi dos años de campaña, desde las elecciones internas hasta las generales. En estos días venideros se definirá el rumbo de nuestro país para los próximos seis años, un periodo que, contrario a lo que argumenta la oposición, se equipara al tiempo electoral en las democracias más prominentes del mundo.

Estas elecciones han sido un verdadero campo de aprendizaje, proporcionándonos valiosas lecciones que deben ser consideradas para mejorar nuestro sistema electoral. Uno de los aspectos más apremiantes es la necesidad de regular la proliferación descontrolada de propaganda en las calles de todo el país.

Una reforma que limite esta práctica podría evitar la saturación visual de los candidatos en cada poste de la Ciudad de México y promover una competencia más equitativa y transparente.

Además, es esencial abordar la persistente presencia de la "guerra sucia" en la política, especialmente evidente en los ataques y desinformación propagados principalmente por los candidatos de la oposición.

Regular estas prácticas contribuiría a fortalecer la integridad del proceso electoral y a fomentar un debate político más constructivo y basado en propuestas concretas.

Otro punto relevante es la necesidad de fortalecer los mecanismos de supervisión y transparencia en el financiamiento de las campañas electorales, para evitar influencias indebidas y garantizar la igualdad de oportunidades para todos los contendientes.

En resumen, estas elecciones nos brindan una oportunidad única para reflexionar sobre los desafíos y las deficiencias de nuestro sistema electoral, y tomar medidas concretas para fortalecer nuestra democracia y asegurar un proceso electoral más justo y transparente para todos los ciudadanos.

Es primordial que todos los ciudadanos sin importar al partido que apoyemos o al candidato hacia el que sintamos más preferencia ejerzamos nuestro voto. México nos necesita y en un país tan diverso y plural las decisiones deben de considerar a todas y todos.

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