Falta un día para que la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, sea convocada en cualquier momento a la Cámara de Diputados para comparecer ante las Comisiones Unidas de Cultura y Cinematografía, y es inevitable preguntarse si lo que escucharán los legisladores es la retahíla ideológica de siempre: que los Semilleros son la panacea de la cultura de paz, que el patrimonio mexicano no se vende, que la austeridad franciscana es justificable porque todo el dinero se escurre hacia los dos o tres proyectos del plan maestro del Ejecutivo; o si, por el contrario, se dejará de subestimar a los mexicanos y se mencionará todo lo que se ha perdido en el camino de la centralización presupuestal. A lo mejor, si no causa mucha incomodidad, también podría hablarse de lo que hay del otro lado de la moneda: la campaña contra el tráfico arqueológico en el extranjero, que parece una forma de taparle un ojo al macho mientras que es incalculable la destrucción patrimonial por las obras del Tren Maya. La lista es larga y va de los recortes de personal y los proyectos improvisados y fallidos —como la mudanza de la Secretaría de Cultura a Tlaxcala— a las protestas por falta de pagos y ese pausado desmantelamiento de las becas del exFonca, hoy SACPC. ¿Le seguimos? Es una de las últimas oportunidades que Frausto va a tener para ser franca, pero todos sabemos que la va a desaprovechar en nombre de la Cuarta Transformación.
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