Con el ya clásico estilo de la 4T, el Consejo Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) emitió un comunicado ayer, donde niega rotundamente las declaraciones del arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer, quien denunció a través de una carta dirigida a sus colegas la destrucción del patrimonio arqueológico que actualmente ocurre en el Proyecto de Salvamento del Tren Maya.
Más que comunicado, el documento es una retahíla de descalificaciones contra el arqueólogo; en más de una ocasión se minimiza la trayectoria del especialista, lo acusan (sin pruebas) de hacer mal uso de recursos públicos y afirman que sus declaraciones están hechas con mala voluntad.
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Si es verdad que el especialista hizo mal uso de recursos para proyectos de salvamento y sus resultados fueron negativos, ¿por qué el INAH le permitió seguir trabajando? ¿Por qué no lo denunció? El comunicado, en el que hay notable saña, muestra la ira de la dirección del INAH ante aquellos que se atreven a alzar la voz, y parece ser un manotazo sobre el escritorio para que otros arqueólogos e investigadores se mantengan callados.
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¿Viene una purga contra los críticos? Parece ser que Diego Prieto ya es alumno avanzado de su jefe y replica los mismos usos y costumbres que hemos visto en otras oportunidades, cuando se busca amedrentar a quienes levantan la voz y son críticos.
Parece que en la dirección del INAH también urge un rescate arqueológico para recuperar algo de las ruinas de la cordura y la integridad que han sido devastadas por las obras del Tren Maya.
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