En una clara campaña de fin de año para anunciar los logros más destacados en materia arqueológica y patrimonial durante 2023, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha presumido sus mejores cartas, entre las que se encuentran los hallazgos impresionantes alrededor del Tren Maya, las repatriaciones de bienes arqueológicos —como el Monstruo de la Tierra, que volvió a Morelos—, y otros hallazgos representativos, como el cementerio virreinal en los trabajos del proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura, y la gran ciudad descubierta con tecnología LiDAR en Balamkú, Campeche, a la que los investigadores llamaron Ocomtún.
Si bien con estos hallazgos y logros el INAH mostró una de sus mejores caras en 2023, la cosa se pone opaca e incómoda cuando le damos vuelta a la moneda y recordamos la devastación arqueológica ocurrida en las obras del Tren Maya, la cual fue denunciada por investigadores y asociaciones civiles, el abandono de investigaciones e infraestructura del INAH en diferentes estados del país y la falta recurrente de pagos a trabajadores e investigadores del mismo Instituto.
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Aunque el director general de la institución, Diego Prieto, afirmó en Palacio Nacional más de una vez que la cosa iba muy bien, el INAH tocó un primer fondo cuando acusó y difamó al investigador Fernando Cortés de Brasdefer por dar evidencias de la destrucción arqueológica en las obras del Tren Maya.
La situación fue más oscura cuando, en medio de confusiones y un silencio institucional, el arqueólogo Emmanuel Reyes Estrada perdió la vida por un golpe de calor mientras realizaba trabajos de prospección en un proyecto arqueológico en Baja California Sur. Para rematar, en semanas recientes el INAH lanzó una campaña, a través de su Patronato, para recaudar 56 millones de pesos y techar la Pirámide de la Serpiente Emplumada en Teotihuacan, lo que deja ver la falta de presupuesto para tareas vitales.
Aunque los boletines emitidos por el INAH y las sonrisas de Prieto en las conferencias matutinas pretenden mostrar que todo es color de rosa, el trasfondo es que el INAH enfrenta una de las mayores crisis en su historia, en la que se disputa la protección y estudio del patrimonio cultural mexicano y los deseos de quien ostenta el poder desde Palacio.
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