El problema dees que, con su historial de atropellos, cada paso que da parece parte de una cruzada por sacar de la alcaldía Cuauhtémoc lo que no le gusta: rótulos, murales, sonideros. Tras el traslado, la semana pasada, de 450 migrantes que se refugiaban en la Plaza Giordano Bruno, a un albergue temporal, el desencuentro entre la alcaldesa y Claudia Sheinbaum fue notorio, aunque la jefa de Gobierno diga lo contrario; la plaza, ya se sabe, fue rodeada con vallas y Sheinbaum señaló lo que la mayoría percibe: se trató de un acto de discriminación para que los migrantes ya no accedan a ese espacio público. Hace cuatro días, un equipo de granaderos quitó el cerco y Cuevas puso el grito en el cielo porque, afirmó, están siendo “violentadas” sus facultades como alcaldesa. El gobierno capitalino se limitó a hablar de papeles: no existe permiso alguno para intervenir la Plaza. Pero Cuevas dice que sí, por lo que este ping-pong saltó hasta el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), con un comunicado que se publicó el 14 de abril: la alcaldía avisó que quiere intervenir ese espacio de valor arquitectónico, pero el INBAL ha bateado el proyecto por estar incompleto. Todo bien con el comunicado del INBAL hasta que en su inciso nueve se menciona la “Plaza Giacomo Bruno”. Está bien que Giacomo y Giordano sean nombres italianos que pueden sonar parecidos, pero nada que ver. Ni siquiera en un comunicado sobre un problema que se ha politizado al máximo y que se ha convertido en pleito de gran importancia entre la alcaldía Cuauhtémoc y el gobierno de la Ciudad de México, el INBAL puede hacer las cosas bien. Tssss. ¿Serán las vacaciones, el calor o que en el INBAL la eficiencia es un concepto neoliberal? Escribanos a columnacrimenycastigo@gmail.com.

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