Imagine el lector abrir la puerta de su casa y encontrarse la naturaleza original que existía antes de la construcción de su vivienda. Un ciudadano de la Ciudad de México vería árboles de pinos, encinos y oyameles que crecían 60 metros de altura y que forman el hábitat perfecto para liebres, ardillas, tlacuaches, colibríes y mariposas. Y uno de Topolobampo, Sinaloa, podría ver bosques de manglares con aguas cristalinas por la filtración de millones de ostiones y almejas que, a su vez, serían el alimento de mapaches y otros pequeños mamíferos presas de cocodrilos y coyotes.

Octavio Aburto-Oropeza

Pero el mundo ya no es así.

Los seres humanos hemos transformado la naturaleza y su explotación propició el exterminio de gran parte de la diversidad que evolucionó durante millones de años. Hoy, las especies que conviven con nosotros son los habitantes de viveros o granjas.

La realidad es triste.

No importan dónde vivamos, nuestro jardín —si tenemos la suerte de tener uno— seguramente lucirá igual: pasto, una que otra planta exótica y un perro o gato como forma de vida dominante.

La añoranza por la naturaleza perdida no es el único problema de esta situación. De hecho, quizá sea el menor. Lo alarmante es que si las otras formas de vida siguen desapareciendo perderemos a los mejores aliados para enfrentar la crisis climática por la que atravesamos… Sí, nosostros: la humanidad.

Los árboles y las plantas son reguladores del clima y ayudan a que la composición química de la atmósfera sea estable. Además, todas las especies que en conjunto conforman los ecosistemas son, de una u otra manera, el alimento que sustenta nuestra existencia. Incluso, si fuéramos capaces de reproducir y cultivar muchas de estas especies en campos agrícolas, invernaderos o granjas resultaría imposible crear una infraestructura capaz de producir todo lo que obtenemos de la naturaleza.

Basta un ejemplo. Son los árboles, plantas, algas marinas y de agua dulce las que producen el oxígeno que respiramos. Pero, además, son los bosques, selvas y manglares los que controlan los ciclos hidrológicos, es decir, que limpian el agua que bebemos y también la regulan. De ahí que la inundaciones y sequías cada vez más frecuentes estén relacionadas con su pérdida.

Y no he hablado de los insectos, mamíferos pequeños, aves, murciélagos que controlan los parásitos de los cultivos, las plagas y polinizan las plantas que producen nuestra comida. ¿Qué vamos a hacer si continúan desapareciendo?

Estamos en un momento crítico para la protección de la naturaleza. Mientras estas líneas se escriben, se reúnen en Montreal, Canadá, representantes de todo el mundo en la C (COP 15). Allí, los gobiernos buscan acuerdos para crear un marco universal para la conservación y restauración de la diversidad biológica.

Esta cumbre es un complemento presencial de la que fue llevada a cabo en 2021 de manera virtual como consecuencia de la pandemia. Aquella reunión destacó por la firma de la cuyo objetivo es fortalecer las leyes medioambientales nacionales y su cumplimiento para proteger la biodiversidad; la eliminación de subsidios que son dañinos para la biodiversidad; y, muy importante, un acuerdo en el que China se comprometió a la creación de un fondo de unos 200 millones de euros para la conservación de la biodiversidad en países en vías de desarrollo.

Sin duda, la continuidad a estos acuerdos, junto con la inclusión del sector privado que, dicho sea de paso, debe estar sumamente interesado en lo que allí suceda, pues sin naturaleza no tendrá negocio que ofertar, es el foco de interés mundial de este encuentro que concluirá el 19 de diciembre.

La expectativa es la firma de un ambicioso plan para proteger y restaurar la vida en el océano y la tierra, el cual incluiría conservar por lo menos el 30% de los ecosistemas terrestres, marinos y costeros; restaurar por lo menos el 20% de cada uno de los ecosistemas de agua dulce, marinos y terrestres degradados, con especial atención a los ecosistemas prioritarios; reducir a la mitad la tasa de introducción de especies invasoras; reducir a la mitad los nutrientes que se pierden en el medio ambiente y dos tercios de las sustancias químicas que llegan a la tierra, en particular los plaguicidas, perjudiciales para la diversidad biológica. Todo lo anterior a partir de soluciones basadas en la naturaleza, es decir, aprovechando el poder de los ecosistemas para generar procesos sustentables.

Como dije, se trata de un plan ambicioso que no obstante debe ser prioritario, urgente y global. Pero eso no impide que inicie con acciones que hagamos cada uno de nosotros, por ejemplo, protegiendo, recuperando y cuidando la naturaleza que nos rodea. ¿Y por qué no comenzar por nuestro propio jardín?


Miembro de la Comunidad 1.5 grados e investigador del Instituto Scripps de la Universidad de California en San Diego.

Google News

TEMAS RELACIONADOS