Así como los cientos de miles de automóviles en las ciudades emiten gases contaminantes, las embarcaciones de todo el mundo contaminan la atmósfera, pero también nuestros mares, con la única diferencia de que, como no lo vemos, preferimos pensar que no está sucediendo.

Por Tania Miranda 

Pero no es así. Todas las embarcaciones emiten diversos gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera como resultado de su operación, incluso cuando están anclados en puerto. De hecho, si la industria marítima fuese un país, sería entre el sexto y el octavo mayor emisor de GEI del mundo.

Así, existe una fuerte presión internacional para que la industria marítima mitigue este impacto, como parte de los esfuerzos globales de descarbonización y de transición energética.

Además, también se busca disminuir las emisiones de óxidos de azufre provenientes de la quema del combustible que utilizan las embarcaciones grandes (combustóleos pesados) – ya que son una fuente importante de contaminación atmosférica, particularmente en las regiones costeras, y muy dañinas para la salud. Por esto, la Organización Marítima Internacional (OMI) de la ONU pasó una regulación en 2008 y que entró en vigor en 2020, aplicable para todas las embarcaciones navegando con cualquier bandera y en casi cualquier país, que reduce el contenido máximo de azufre del combustible del 3.5% al 0.5%.

El asunto es que, para cumplir con esta norma, se deben utilizar combustibles con menor contenido de azufre. Sin embargo, estos combustibles más limpios son más caros, ya que requieren de una mayor refinación. Por otra parte, existe un mecanismo alterno para cumplir con la norma y al que, por cuestiones económicas, han recurrido al menos el 75% de los cruceros y muchos otros tipos de embarcación. Se trata de los llamados Sistemas de Limpieza de Gases de Escape, también conocidos como depuradores—o scrubbers, en inglés—que, como dice su nombre, depuran los gases producidos por la quema de combustóleo del barco antes de liberarlos a la atmósfera.

¿Por qué nos debe importar este tema tan oscuro y técnico? La respuesta es que, desgraciadamente, los depuradores “limpian” los gases de escape con agua de mar para reducir la cantidad de azufre, pero esta agua posteriormente es vertida al océano con un pH más ácido, presencia de metales pesados tóxicos, como mercurio, vanadio y plomo, diferente temperatura y otras alteraciones. Y, ¿eso qué? Pues resulta que estas “agua de lavado” son dañinas para muchas especies marinas de flora y fauna e incluso algunos metales pesados presentes en éstas son acumulados en la cadena trófica, es decir, pueden terminar en los pescados y mariscos que nos comemos. Además, a largo plazo, es muy probable que estos efluentes contribuyan al cambio climático dado su efecto en la acidificación de los océanos. Así, irónicamente, la contaminación atmosférica por óxidos de azufre que se busca disminuir con la regulación de la OMI, termina siendo contaminación marina. La única diferencia es que… No la vemos.

Un estudio[1] elaborado en 2021 por el Instituto de las Américas que calculó las emisiones atmosféricas y las descargas de aguas de lavado de diez embarcaciones de tipo crucero que anclaron en la Bahía de La Paz durante la pandemia (esperando se levantaran las restricciones de viaje) encontró que, dadas las características de dichos barcos, los días que permanecieron anclados y el tipo de combustible y depuradores que utilizan, se liberaron a la atmósfera 108,760 toneladas de dióxido de carbono y descargaron en el Golfo de California más de 8 millones de m3 de aguas de lavado. Es decir, el equivalente a la capacidad de 3,224 albercas olímpicas.

La nueva interrogante entonces es: ¿Por qué se siguen utilizando los depuradores?

Por un lado, los depuradores son de momento una opción más asequible para las navieras para cumplir con la regulación de la OMI que utilizar combustibles bajos en azufre. Por ejemplo, de acuerdo a documentos de un caso legal sometidos por una naviera en EUA, ésta informó que a precios de 2019, quemar combustibles más limpios para un solo barco en Alaska le agregaría hasta $150,000 dólares extras a sus costos de gasolina.[2] Por otro lado, los depuradores son una tecnología costosa que de prohibirse mundialmente representaría un costo hundido considerable para las navieras. Carnival Corporation ha invertido al menos $500 millones de dólares en instalar esta tecnología en su flota de cruceros.

Otro problema es la vigencia e implementación de las regulaciones en los distintos puertos del mundo. Algunos puertos y países están ya actuando para mitigar este problema al prohibir en sus aguas la descarga de los efluentes que producen los depuradores. Otros lugares, como California en Estado Unidos, prohíbe por completo que se utilice esta tecnología en sus puertos, de forma que los barcos deben utilizar combustibles más limpios. Sin embargo, muchas de esas embarcaciones, que cumplen con regulaciones más estrictas en Estados Unidos, llegan a México donde pueden contaminar nuestros mares sin que, en muchos casos, nos enteremos.

En nuestro país hay incertidumbre en cuanto al marco normativo aplicable a las descargas de aguas residuales proveniente de los depuradores, por lo que es necesario fortalecer la regulación y hacerla efectiva para evitar de manera específica esta contaminación marina y ayudar así a la conservación de ecosistemas tan valiosos y sensibles como el Golfo de California—el famoso acuario del mundo—. ¿No deberíamos exigir para todas las embarcaciones que llegan a puertos mexicanos los mismos estándares ambientales que se les exigen en sitios tan sólo a unos cuántos kilómetros de distancia?

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Directora del programa de medio ambiente y cambio climático del Instituto de las Américas y forma parte de la Comunidad 1.5

 

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