México tiene que cambiar de manera urgente y radical su política energética. Si no ocurre así, el mundo atestiguará año tras año de lo que resta de la década que nuestro país se va alejando de la posibilidad de cumplir las metas de reducción de emisiones comprometidas ante el Acuerdo de Paris para el 2030.
Por Adrián Fernández Bremauntz
Director Ejecutivo fundador de Iniciativa Climática de México y panelista del programa 1.5 grados para salvar al planeta.
El pasado viernes 17 de febrero el presidente López Obrador “encendió el switch” para el inicio de operaciones de los primeros 100 Megawatts (MW) de capacidad de la planta solar de Puerto Peñasco de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que al concluir todas sus etapas pudiera alcanzar una capacidad de alrededor de los 1,000MW. El hecho reviste un enorme simbolismo y debe considerarse como un punto de inflexión, un antes y un después, que muestra que los errores en política pública se pueden corregir.
Durante los primeros cuatro años de la actual administración, la política en materia de electricidad del gobierno federal se basó en dos principios fundamentales. El primero, incrementar la predominancia de la CFE en la generación de electricidad, a toda costa, por medios legales e ilegales y sin importar los costos. El segundo, apostar a los combustibles fósiles, a través del incremento en la generación de energía usando plantas obsoletas y muy contaminantes de carbón y combustóleo y apostando a atender la demanda creciente de electricidad a futuro con la construcción de nuevas plantas de generación que operan con gas natural. Resulta difícil pensar en una medida que aumente más nuestra dependencia energética del extranjero y nos aleje más de la autosuficiencia energética que apostar aún más al gas.
La planta solar de Puerto Peñasco se mantiene fiel al primer principio de que sea el Estado por parte de la CFE y no el sector privado el que crezca en su participación en la generación de electricidad. Sin embargo, rompe con el segundo principio, pues el gobierno abre los ojos a la realidad de lo que el resto del mundo había descubierto hace años: que las energías renovables son el presente y el futuro.
Como muchas otras decisiones importantes en México, las buenas y las malas, hoy se toman por instrucciones directas del presidente López Obrador. No se optimizan los beneficios sociales, económicos y ambientales de los proyectos. Construir una gran planta solar de 1,000 GW en Sonora operada por la CFE (y quizás otras 4 plantas similares en el futuro), fue una instrucción directa del Presidente, que nunca estuvo considerada en la planeación estratégica de la CFE.
En lo que puede interpretarse como una involuntaria confesión de culpa, durante la inauguración de la primera fase de la planta solar de Puerto Peñasco, el director de la CFE dijo que unos meses atrás había recibido una llamada del presidente indicándoles a él y a su equipo de técnicos que tenían que presentarse en Sonora para una reunión con el gobernador, Alfonso Durazo.
Basta consultar el más reciente Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN 2022-2036) para confirmar que si por la CFE fuera, la transición energética tardaría al menos 30 años y tendría como prioridad buscar la autosuficiencia energética de México (término usado erróneamente con frecuencia por el gobierno como sinónimo de soberanía energética) pero con base en el uso de combustibles fósiles. El PRODESEN no contempla el desarrollo de las energías renovables a gran escala en esta década ni por la CFE, ni por los inversionistas privados ni por nadie.
Tuvieron que venir el gobernador Durazo y el Secretario de Cambio Climático de Estados Unidos, John Kerry, a explicarle al presidente sobre las enormes oportunidades que las energías renovables ofrecen a México. Esta es una narrativa muy diferente a las historias que el presidente escuchó de la CFE y la SENER durante los primeros tres años de su gobierno. Lo que toca ahora es que la planta de Puerto Peñasco de verdad continúe avanzando hasta la capacidad prometida y que la red eléctrica de la región se refuerce y expanda de manera substantiva pues hoy es precaria y está saturada.
Para el cumplimiento de las metas climáticas de México es necesario construir en esta década más de 20 plantas eólicas o solares de 1,000 MW cada una. Por tanto, Puerto Peñasco es sólo un primer paso de un largo camino que debemos recorrer cuanto antes si queremos embarcarnos de verdad en una transición energética que maximice simultáneamente los beneficios sociales, económicos y ambientales para nuestro país.
Ahora que el gobierno reconoce las oportunidades que brindan las energías renovables, es indispensable que, a partir de este momento, todas las decisiones clave del sector eléctrico deben estar sustentadas en criterios técnicos y científicos, incluyendo muy especialmente la selección de los mejores sitios en el país para establecer las próximas plantas eólicas y solares. Estas deberán ir acompañadas del fortalecimiento de la red de transmisión. Se trata de decisiones que no pueden ser el resultado de circunstancias fortuitas ni de ocurrencias.
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