Rodrigo A. Medellín
Para cualquiera es evidente que la distribución de la riqueza biológica está sesgada, por motivos obviamente naturales, a los países pobres alrededor del ecuador; mientras que la riqueza económica, por motivos eminentemente históricos, está sesgada a los países ricos en el llamado norte global: Europa, los Estados Unidos y Canadá.
La biodiversidad de nuestro planeta se concentra alrededor de los trópicos en menos de veinte países, la mayoría en vías de desarrollo. Los cinco países más biodiversos del mundo son Brasil, Indonesia, Colombia, China y México. Sin embargo, la gran mayoría de los estudios sobre conservación y también de los libros de texto es publicada en el norte global. En tanto que, el sur global, entendido como los países de África, Asia, y América Latina, apenas contribuye con un porcentaje minúsculo en la generación de este conocimiento.
¿Qué implicaciones tiene este hecho para la conservación de la naturaleza en el mundo? Veamos.
Las iniciativas de conservación provenientes de las llamadas BINGOs (Las grandes Organizaciones No Gubernamentales por sus siglas en inglés), todas con sedes en el norte global, son dictadas desde Nueva York, Washington o Londres hacia nuestros países que tienen muy poca o nula participación tanto en el diseño de la estrategia como en el liderazgo de su implementación.
El asunto es claro: organizaciones como el Fondo Mundial para la Naturaleza o WWF —la del Pandita, pues— tiene programas en muchos países latinoamericanos. Las representaciones en cada una de estas naciones comunican y coordinan sus acciones con las oficinas centrales en Washington o en Gland, Suiza; pero rara vez o, más bien, prácticamente nunca hablan los distintos países entre sí. Colombia no habla con Ecuador, Brasil no habla con Perú… y así sucesivamente. Sus acciones son dictadas, casi verbatim, por los líderes en Washington o Suiza.
Algo similar sucede con Conservation International, The Nature Conservancy, The Wildlife Conservation Society o la organización dedicada a la protección de los grandes felinos, Panthera, que ha afinado sus mecanismos para maximizar la influencia y control del norte global sobre sus estrategias en el sur global.
Hoy más que nunca urge que los países del sur global unan fuerzas y lancen iniciativas articuladas, integradas, compartidas y coordinadas.
Todos hemos oído casos de científicos o conservacionistas del norte global ofreciendo cursos, charlas o talleres en el sur global, pero quién ha oído de algún profesor keniano o indonesio impartiendo ese tipo de oportunidades a estudiantes o audiencias de América Latina o de cualquier otro continente que no sea el propio.
Pensemos por un momento en las oportunidades desperdiciadas: Asia, África y América Latina comparten mucho más que solo altos niveles de biodiversidad. Compartimos también altos niveles de pobreza y de deterioro ambiental; bajos niveles de educación, de desarrollo, de ciencia, de tecnología, etcétera. Pero, simultáneamente, existen muchos ejemplos que nos muestran cómo esos países han dado con la clave para resolver algún problema de conservación. Pero dado que no hay comunicación con los otros continentes del sur global estamos constantemente reinventando el hilo negro. Es decir, tratando de resolver la misma pregunta o el mismo problema.
La solución es obvia: Para alcanzar niveles aceptables de sustentabilidad y de conservación de la biodiversidad, debemos unir fuerzas los países del sur global e implementar programas entre Asia, África y América Latina en los que se realicen proyectos paralelos, compartidos, con sistemas de intercambio académico y cultural, con cursos impartidos por profesores de esos tres continentes para estudiantes de esos tres continentes que nos abran los ojos ante el enorme potencial de una auténtica acción global sureña. Basta un ejemplo.
Global South Bats es una iniciativa internacional de conservación de los murciélagos creada por mi equipo del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con el apoyo de muchas organizaciones internacionales en la que estudiantes y profesores de África y de América Latina (y cada vez más de Asia) llevamos a cabo proyectos de cooperación y proyectos paralelos con los mismos protocolos para resolver de manera conjunta los problemas de conservación que compartimos. En la actualidad el grupo crece y las soluciones germinan.
Hoy todos los conservacionistas del sur global tenemos como tarea conectar con otros profesionales de la conservación que trabajan líneas similares, alinear objetivos, coordinar acciones y cooperar en estrategias y programas de conservación.
Necesitamos de todos si queremos cumplir los preceptos de la Declaración de Kunming recientemente adoptados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP – 15) en la que se promueve el compromiso político de alto nivel para revertir la pérdida de la biodiversidad.
Solo conectando a los países que se han mantenido aislados por siglos avanzaremos en el cumplimiento de la complicada agenda de conservación que tenemos por delante. El mundo espera ansiosamente que el sur global despierte y tome las riendas de su destino.
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