Al paso que vamos para finales de esta década tendremos en México la menor disponibilidad de agua por habitante desde que existen los registros. Según el Banco Mundial, en 1960, la cantidad promedio anual per cápita era de 10 mil metros cúbicos, mismos que se vieron reducidos a tan solo 4 mil en el 2012. La proyección es que, en el 2030, cada mexicano dispondrá menos de 3 mil metros cúbicos al año.
Lo anterior como consecuencia principal de la presión bajo la que se encuentran las cuencas y acuíferos mexicanos por el incremento poblacional en regiones donde actividades agrícolas, ganaderas e industriales son ineficientes y poco sensibles con respecto a su consumo hídrico. Pero a esto hay que sumarle las incertidumbres del clima a través de la recurrencia de eventos extremos que nos exigen planeaciones distintas a las del pasado y, sobre todo, el hecho de que una mayoría de los municipios de nuestro país cuentan con un servicio deficiente tanto en cantidad como en calidad con organismos operadores desbordados frente a las necesidades de los usuarios.
El dato más revelador es que hoy por hoy las ciudades mexicanas tienen pérdidas entre el 30 y el 50 por cientos por fugas en sus redes. Un dramático fenómeno cuyas causas son directas e indirectas. Las primeras como el envejecimiento de los ductos, la falta de infraestructura que propicia presión inconstante y el suministro intermitente. Las segundas, la falta de planeación a largo plazo con estrategias vinculadas a los tiempos políticos, poca profesionalización de los operadores, capacidad financiera limitada y el crecimiento demográfico especialmente en las grandes urbes.
Nos encontramos en un momento crítico en el que si queremos garantizar el suministro presente y futuro del agua tenemos que exigir la transformación digital del sector.
No se trata de nada imposible. Pensemos cómo la era digital transformó el mundo en unos cuantos años. Hoy la vida de millones de mexicanos sería imposible de imaginar sin los beneficios del smartphone que utilizamos en todo momento para establecer reuniones virtuales, monitorear nuestro estado de salud o realizar trámites bancarios.
De la misma manera, digitalizar los procesos de suministro de agua tendría grandes beneficios. En España, por ejemplo, está por publicarse el Catálogo de Soluciones de Digitalización del Regadío, integrado por la telemedida de medidores de agua. Con ella se podrá ofrecer a los regantes un servicio en tiempo real de su consumo ya que se pasará de una lectura bimestral a una lectura por hora; además se contará con la gestión remota de los medidores inteligentes, la detección automática de fuga y un largo etcétera de medidas que en conjunto podrán generar ahorros de hasta 60% anual en el consumo de electricidad en bombas y otros motores relacionados con el sector.
Otro caso de éxito: Arabia Saudí ha establecido el ambicioso objetivo de usar el 100% de las aguas residuales tratadas en 2025 como parte de la Estrategia Nacional de Agua 2030 y los hará, precisamente, implementando soluciones digitales a lo largo de todos sus procesos hídricos de colecta, almacenamiento y distribución para impulsar la eficiencia. Su apuesta es por la sensorización de las redes, la telelectura y la aplicación de sistemas de detección de fugas con el empleo de técnicas basadas en algoritmos avanzados.
¿Podemos lograr una digitalización efectiva del suministro en México? Comencemos por decir que hay algunos sistemas operadores en México que empiezan a destacar por su apuesta en la tecnología como medio para ser cada vez más eficientes. Sin duda, un primer paso es fomentar estas experiencias e impulsar la transferencia de conocimiento y tecnología a otros actores del mercado.
Otro táctico sería facilitar la participación de empresas con amplia experiencia nuestro país que nos auxilien para recabar datos y cifras confiables para que los gobiernos sustenten sus decisiones en ellos.
Es necesario entender que el proceso de transformación digital implica no solo un cambio en lo tecnológico sino también en lo social y lo político, pues afecta la gestión del agua y a todo el modelo económico y, muy importante, también en la forma de comunicación para compartir las mejores prácticas entre las administraciones federales, estatales y municipales y generar cuadros especializados.
La realidad nos está exigiendo trabajar con datos, dispositivos y monitoreos fiables para hacer sostenible nuestro consumo de agua y, de paso, apegarnos con acciones efectivas al lema del Día Mundial del Agua de este año cuya celebración en marzo invita a “acelerar el cambio”.
*Profesora investigadora del Departamento Académico de Ciencias de la Tierra – UABCS
y miembro de la Comunidad 1.5 grados para salvar al planeta.