Por Catalina López-Sagástegui*
Nuestro gran océano, que cubre la mayor parte del planeta, actúa como un enorme absorbente, capturando el 3% del calor generado por los gases de efecto invernadero. La "cinta transportadora" oceánica, un sistema de corrientes marinas que circunda el mundo reparte la temperatura a nivel global. Es fascinante imaginar que una gota de agua fría que se incorpora a esta corriente en el Atlántico Norte, frente a Groenlandia, tardará 1,000 años en dar la vuelta y regresar al mismo lugar, pero esta vez como una gota de agua caliente.
La relevancia de estos hechos radica en la crisis que enfrenta nuestro océano. En los últimos 100 años, su temperatura ha aumentado 1.1°C. La extracción insostenible de peces, tiburones, invertebrados y hasta algas, la creciente contaminación y la acidificación del agua debido al exceso de carbono disuelto, están poniendo en riesgo miles de especies marinas. Además, el incremento de la temperatura está provocando la migración de especies hacia los polos, lo que se traduce en la pérdida de espacios, especies y fenómenos culturales de gran relevancia.
Ante tal crisis, se han hecho esfuerzos internacionales para contrarrestar estos daños. La Agenda 30x30, firmada en diciembre de 2022 en el marco de la Convención para la Diversidad Biológica, busca que el 30% del área terrestre y el 30% del área marina estén completamente protegidos para el año 2030. México ha asumido el compromiso de aumentar del 5% al 30% el área dentro de su zona económica exclusiva bajo estricta protección.
Este panorama nos llevó a convocar, el pasado 31 de mayo, un día de diálogo para discutir la importancia de la ciencia en la conservación de los mares mexicanos y de Latinoamérica, con el objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad y garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales para las próximas generaciones.
Durante el evento Un día por los Mares, Consolidando la Agenda 30x30 en México y Latino América especialistas de diversos campos se unieron en la discusión sobre la necesidad de proteger los océanos. Se destacó la importancia de la biodiversidad para el bienestar colectivo, la necesidad de estar conectados con la naturaleza y de mantener los vínculos culturales y económicos para rediseñar nuestra visión colectiva de lo que significa vivir de manera sustentable.
El proceso para alcanzar estos objetivos es complejo, ya que depende de negociaciones con otros países para armonizar esfuerzos y movilizar el financiamiento necesario para implementar las estrategias acordadas. Aun así, debemos recordar que al igual que la gota de agua que viaja por todo el mundo, las especies marinas realizan largas travesías ignorando las fronteras políticas, y se convierten en vínculos entre distintos países y comunidades costeras.
Es necesario garantizar la conectividad entre los ecosistemas, especialmente aquellos lejos de las costas, para ampliar el impacto de la conservación marina a nivel internacional. Este es el caso del Corredor Marino del Pacífico Tropical, en el que México se integró recientemente en 2022 con el Parque Nacional Revillagigedo.
Hay que tener claro que solo mediante esfuerzos conjuntos lograremos cambiar el paradigma de cómo aprovechamos los recursos naturales y cómo y en qué invertimos. Esta transformación también involucra nuestro comportamiento como consumidores. Es imperativo que este llamado salga de los círculos especializados y se difunda en toda la sociedad, defendiendo y haciendo cumplir nuestro derecho a un ambiente saludable, incluyendo los mares mexicanos.
Investigadora del Instituto de las Américas y colaboradora de la Comunidad 1.5 grados para salvar al planeta
