Por Octavio Aburto-Oropeza
Aprovechando las vacaciones playeras de Semana Santa, una cerveza muy conocida por sus imágenes en la playa lanzó una campaña titulada “Guardacostas marcadelacerveza”. Una iniciativa en la que invita a sus consumidores a proteger las playas del cambio climático y a ayudar a la ciencia a conocer más de sobre este problema.
¿Cómo lo hace? Les pide que cada vez que estén en la playa tomen una foto con la costa y el mar al frente, sin rostros, ¡pero eso sí! colocando la botella de la cerveza en primer plano como referencia. Esas indicaciones o lo que los científicos llamamos metodología son las únicas que se pueden encontrar tanto en su video promocional como en el portal que han diseñado para subir todas las fotografías resultantes de su campaña y se pueden ver aquí:https://www.cervezacorona.mx/guardacostas.
La pregunta inmediata es si realmente se podrán utilizar esas fotos para ver cambios en las playas. Esta técnica fotográfica conocida como “fotografía con tomas a intervalos prefijados” (time-lapse photography) es un método totalmente reconocido en la ciencia y en la videografía y tiene por objetivo entender fenómenos naturales que suceden a escales de tiempo mucho más lentas de lo que nuestros ojos pueden percibir.
Para lograrlo se toman cientos o miles de fotos con una separación entre ellas de un minuto, una hora, un día e incluso un mes, y luego se juntan en un video que durará unos cuantos segundos o minutos. Así, lo que sucedió en una escala de tiempo muy amplia se puede ver acelerado en una diferente escala de tiempo a la que el humano está familiarizado. Por ejemplo, con esta técnica podemos analizar en la escala diaria el patrón de movimiento de las nubes o en escalas de varios años, el deshielo de los glaciares en las montañas.
Pero la parte más importante de esta técnica fotográfica es el ángulo de referencia de la fotografía. Es decir, para que estas fotos puedan ser comparables, las cámaras o los celulares utilizados deben siempre tener la misma posición geográfica y la lente estar colocada en el mismo ángulo como se tomó la foto anterior (por supuesto algo que no explica y que no busca la campaña en cuestión).
Parece imposible lograr que dos personas puedan lograr tomar una foto en momentos diferentes con la misma referencia geográfica, pero algunos programas de conservación basados en ciencia lo han logrado con una simple base de teléfono hecha de acero inoxidable que se instala con una vista predeterminada y en un lugar de fácil acceso para los visitantes de losParque Nacionales de Estados Unidos y otros programas de Ciencia Ciudadana. Entre ellos se encuentra CoastSnap (https://www.coastsnap.com), una referencia que los publicistas y los responsables de lanzar la campaña de Guardacostas debieron tener la mínima decencia de revisar para hacer las cosas bien.
Esta iniciativa funciona con un letrero instructivo en cada sitio en el que se alienta a los visitantes de la playa a colocar su teléfono en la base, tomar una foto y compartirla en las redes sociales usando un código QR y un hashtag único para cada estación. Desconozco cuánto invirtió la cervecería que nos ocupa en su portal para subir las fotos y el tamaño del esfuerzo de la iniciativa, pero es muy triste ver cómo están jugando con las buenas intenciones de la gente y esto me lleva a la siguiente pregunta: ¿Ayudarán las fotografías a entender el incremento del nivel del mar y el deterioro de las costas por el cambio climático?
Incluso teniendo fotografías metodológicamente bien tomadas, la respuesta a esta pregunta tiene dos aristas. Por un lado, es cierto que el nivel del mar está subiendo y este incremento se ha acelerado. Sin embargo, estamos hablando de medidas que son difíciles de percibir incluso con la técnica de fotografía con tomas a intervalos prefijados. En el siglo pasado, el aumento del nivel del mar por año fue de 1.4 milímetros; a partir del año 2005, ha sido de 3.7 milímetros por año. En pocas palabras, detectar estos cambios en las fotos sería muy difícil, pero la ciencia dice también que para el año del 2100 el nivel del mar habrá alcanzado una altura de 1.3 metros. Por lo tanto, para tener un registro mínimo de este cambio, la campaña de la cervecería tendría que durar al menos unos 80 años.
Por otro lado, tenemos que pensar que estas fotos BIEN TOMADAS nos pueden ayudar a entender el deterioro de los ecosistemas, como las playas. Pero más importante aún, es que los programas de ciencia ciudadana, como el que mencioné anteriormente, son importantes para involucrar a los ciudadanos y a las comunidades en la recopilación de datos científicos y en la investigación.
No solamente estos programas bien sustentados pueden ayudar a la educación, ya que aportan conocimientos y perspectivas valiosas, sino también empoderan a los ciudadanos a tomar decisiones y a ayudar a las comunidades a comprender mejor los impactos del cambio climático en sus propias vidas. Además, con estos datos, las sociedades pueden presionar a los responsables de la toma de decisiones para que adopten políticas y prácticas más sostenibles. Por todo esto, científicos, empresas y gobiernos, deberíamos colaborar para generar más programas que involucren a los ciudadanos en la toma de datos y soluciones.
Como corolario, esta campaña me recordó lo que les dije recientemente a varios directores de corporativos durante un desayuno en el Club de Industriales de la Ciudad de México: “es inaplazable el cambio de mentalidad que debe ocurrir en sus estructuras organizativas, dándole prioridad a la contratación de directores de responsabilidad social que tomen decisiones con bases científicas y con ética ambiental”.
La campaña de la cerveza a la que me he referido demuestra una vez más el derroche económico que muchos están dispuestos hacer con tal de presumir que hacen algo por el ambiente, cuando en realidad no hacen nada (lo que se conoce como greenwashing o impostores ambientales). Los corporativos empresariales deben ver que en estos tiempos de cambio climático sus mejores directivos serán los que cuiden la verdadera materia prima de sus negocios: el planeta.
Investigador del Instituto Scripps de la Universidad de California en San Diego y panelista del programa 1.5 grados para salvar al planeta.