Por: Octavio Aburto

El inesperado azote del huracán Otis en Acapulco ha sido un llamado de atención a un fenómeno pronosticado por la ciencia: el adelantamiento del temido El Niño. Recién acabo de regresar de una expedición en el Golfo de California  y entre las muchas afectaciones del cambio climático que constatamos fue Durante el alarmante aumento de las temperaturas marinas cerca de los 30 grados Celsius, lo que presagiaba ya un evento como Otis.

La aparición anticipada de El Niño ha modificado las condiciones atmosféricas, contribuyendo a un caldo de cultivo para huracanes en la costa mexicana. Hemos sido testigos de cómo estos fenómenos se fortalecen velozmente, como fue el caso de Otis, que pasó de tormenta a un catastrófico huracán categoría 5 en menos de 48 horas, algo que rompe los esquemas de intensificación previstos.

Otis no fue un caso aislado. En años de El Niño, México ya ha enfrentado la furia de huracanes notorios como Patricia y Wilma. Lo atípico de Otis radica en su acelerada maduración, aprovechando una inusual masa de agua cálida que, a más de 31 grados Celsius, profundizó su poder destructivo.

La ciencia nos dice que el calentamiento global incrementa la frecuencia de estos fenómenos, pero aún es desafiante prever con exactitud su rápida intensificación. Los modelos predictivos actuales se quedan cortos, ya que requieren un entendimiento más profundo de los procesos atmosféricos y oceánicos, incluyendo el papel de las aguas profundas calientes que hasta ahora habían sido subestimadas. Estamos entrando en un territorio desconocido con respecto a la intensificación de los fenómenos naturales.

Otis deja una huella en la historia meteorológica, pero también subraya una verdad ineludible: los huracanes ahora son más devastadores no solo por su viento, sino por las ingentes cantidades de lluvia que desplazan, un efecto directo de un planeta más cálido.

Frente a esta realidad, es vital una mayor conciencia sobre los ciclos de El Niño y la necesidad de mejorar nuestras herramientas de predicción. La inclusión de tecnología como drones y satélites avanzados podría ser clave en este empeño.

La lección de Otis es clara: la adaptación al cambio climático es una urgencia, y la anticipación de estos desastres naturales una prioridad. Ignorar estos signos sería un error que, como nos mostró Otis, no podemos permitirnos.

*Explorador para National Geographic Society y panelista del programa 1.5 grados para salvar al planeta

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