Por: Brianna Prieto y Antonio Reséndiz Jiménez
Investigadora del Instituto de Oceanografía Scripps
Representante del poblado de Bahía de Los Ángeles
Las sardinas, anchovetas y otras especies de peces pelágicos menores constituyen el corazón de los ecosistemas marinos. Estas especies, que se alimentan principalmente de plancton, transfieren energía desde los organismos más diminutos hasta los depredadores en la cima de la red alimenticia, como calamares, aves, lobos marinos y ballenas. La desaparición de estas especies clave podría desencadenar una severa alteración en el mar, provocando efectos dominó en todo el ecosistema.
El Golfo de California es una de las ecorregiones marinas más productivas y biodiversas del mundo, aportando aproximadamente el 50% de los desembarcos pesqueros totales de México. La captura de especies pelágicas menores, incluyendo las ya mencionadas sardinas y anchovetas, es una actividad predominante en esta región. Sin embargo, esta pesca artesanal no se compara con los volúmenes que extraen los barcos industriales con redes de cerco, una técnica que implica rodear cardúmenes de peces para capturarlos en masa.
Esta práctica de captura masiva, antes concentrada en áreas estratégicas como las aguas cercanas a la bahía de Guaymas, Sonora, ahora se ha expandido por todo el Golfo y las costas del océano Pacífico de Baja California Sur. Un solo barco pesquero puede capturar alrededor de 60 toneladas de sardina en una sola noche, y hay más de 50 barcos que, juntos, pueden capturar más de 3,000 toneladas de sardina en una sola noche.
Esta irracional pesca masiva podría extenderse durante los próximos 30 años como resultado de una manifestación de impacto ambiental que busca justificar la captura de sardina dentro de la Bahía de los Ángeles, Canal de Ballenas y Salsipuedes y que ha sido presentada a las autoridades a menos de seis meses de finalizar la actual administración. ¿Es este el legado que el gobierno saliente quiere dejar en materia de conservación?
Además de este impacto pesquero, las poblaciones de sardina enfrentan varios desafíos debido al cambio climático. La variabilidad ambiental y los fenómenos climáticos extremos, ahora más comunes, como El Niño, pueden afectar la abundancia y distribución de las especies, dificultando su captura y poniendo en riesgo la sostenibilidad de la pesquería.
El doctor Alfredo Girón, del Instituto de Oceanografía Scripps, en California, demostró en su tesis doctoral que la pesquería industrial de sardina añade un impacto negativo a la variabilidad natural asociada al clima, aumentando la probabilidad de colapsos poblacionales de esta especie. Este impacto no solo pone en riesgo el trabajo artesanal de miles de pescadores, sino que también lleva consigo fuertes implicaciones ecológicas para toda la región.
Por otra parte, los doctores Enriqueta Velarde, de la Universidad Veracruzana, y Exequiel Ezcurra, de la Universidad de California en Riverside, han monitoreado durante cerca de 40 años las poblaciones de aves que se alimentan de sardina en el Golfo de California y anidan en la Isla Rasa. Esta ínsula, de menos de un kilómetro cuadrado, forma parte de la reserva de la biosfera y es el sitio de anidación del 95% de la población mundial de gaviota ploma (Larus heermanni) y del charrán elegante (Thalasseus elegans). En un año, se pueden llegar a ver 500,000 aves anidando, en una sincronía espectacular con la productividad de las poblaciones de sardina y anchovetas.
Las aves marinas pueden ayudar a predecir el éxito de la pesquería. Si la población de sardinas disminuye, las aves marinas no pueden obtener suficiente alimento, y la mortalidad de los polluelos aumenta. En otras palabras, sabiendo el éxito reproductivo de las aves, se puede predecir qué tan bien o mal será la pesca de ese año.
Sin embargo, la Comisión Nacional de Pesca (CONAPESCA) ha desestimado el valor de esta información para regular la pesquería industrial de sardina. Se ha permitido pescar sardinas más allá del límite natural, amenazando la supervivencia de aves, lobos marinos y hasta ballenas.
Aunque las empresas pesqueras argumentan a favor de sus prácticas “sostenibles” respaldadas por certificaciones como la del Marine Stewardship Council (MSC), existen críticas sobre la rigurosidad de estos estándares. Científicos y grupos de conservación han planteado objeciones a las certificaciones del MSC debido a estándares percibidos como laxos y posibles conflictos de interés financieros en el proceso de certificación. Estas críticas destacan la necesidad de reformas significativas en el MSC para garantizar la promoción de pesquerías y productos pesqueros verdaderamente sostenibles.
Es irónico que algunas empresas afirmen ser sostenibles mientras buscan expandirse hacia zonas marinas protegidas. La zona marina de Bahía de los Ángeles, Canales de Ballenas y de Salsipuedes, es parte de la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo de California y es un área natural protegida desde 2007. Esta área abarca una extensa porción del golfo y es caracterizada por su riqueza biológica y su importancia como hábitat para numerosas especies marinas.
Si las empresas en verdad estan comprometidas con la preservación de los recursos para las futuras generaciones, entonces ¿por qué deciden expandirse hacia zonas que fueron
designadas como protegidas para cuidar esas mismas especies? Es una contradicción que requiere una reflexión seria por parte de la industria pesquera.
En lugar de seguir expandiendo su área de pesca, deben concentrarse en implementar prácticas verdaderamente sostenibles dentro de las zonas existentes. Esto implica adaptar métodos de pesca responsables y respetar las áreas protegidas que no solo benefician al medio ambiente, sino también benefician a la pesquería de sardina.
El futuro del valioso patrimonio natural de Bahía de los Ángeles depende de las decisiones que se tomen hoy. Este es un llamado al gobierno para que no deje un legado oscuro para miles de personas que dependen de los recursos marinos de esta región. Seguir subsidiando una flota de 50 barcos para pescar cantidades desproporcionadas de sardinas es incorrecto y ha resultado desastroso. Queremos prácticas que protejan esta región, no que permitan mayor degradación de nuestros ecosistemas marinos; vitales para nosotros, nuestras familias e hijos.