Por María Z. Flores López*

El binomio agua-energía ha tejido una relación estrecha a lo largo de los años, sustentando una amplia gama de actividades esenciales para la sociedad. Desde la agricultura hasta la industria, ambos recursos son fundamentales para el funcionamiento de nuestras vidas. Por ejemplo, la agricultura demanda grandes volúmenes de agua para el riego, y este proceso a su vez requiere energía para el transporte del agua desde su fuente hasta su destino final. A nivel global, el riego está vinculado con un alto consumo energético debido al bombeo de grandes cantidades de agua. Además, los procesos de tratamiento del agua también exigen una cantidad significativa de energía, que varía según la tecnología y el grado de contaminación.

En la actualidad mexicana, alrededor del 12% de la generación eléctrica proviene de centrales hidroeléctricas. A nivel doméstico, la mayoría de los hogares cuentan con bombas centrífugas que consumen energía para llevar el agua desde cisternas subterráneas hasta tanques en los techos. Estos ejemplos resaltan cómo las necesidades cotidianas están arraigadas en la interdependencia del agua y la energía, operando en segundo plano para mantener el mundo en movimiento.

Sin embargo, estos recursos vitales enfrentan una creciente presión a medida que individuos, industrias, ecosistemas y economías compiten por su acceso. La Agencia Internacional de Energía pronostica un aumento del 35% en el consumo energético mundial para 2035. Este incremento se traduce en un uso del agua incrementado en un 15%, con un aumento aún más pronunciado del 85% en su consumo.

Los pozos forman parte de la infraestructura básica para la obtención de agua y son ejemplo perfecto del binomio energía-agua. Foto: María Z. Flores López
Los pozos forman parte de la infraestructura básica para la obtención de agua y son ejemplo perfecto del binomio energía-agua. Foto: María Z. Flores López

La incertidumbre climática agrega una desafío adicional, introduciendo variabilidad en forma de inundaciones y sequías más frecuentes e intensas. Esto hace que los sistemas energéticos sean más vulnerables a los efectos del cambio climático. Un ejemplo revelador es el impacto de la temperatura en las centrales eléctricas: el calentamiento de las fuentes

de agua reduce su eficacia para refrigerar las instalaciones, lo que afecta la generación de electricidad en los años venideros.

Ante este sombrío panorama futuro, es crucial abordar el presente con inquietud. En 2023, la producción hidroeléctrica en México disminuyó un 36% debido a olas de calor, sequías y la escasez de agua en presas nacionales. Informes del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) indican que la generación acumulada entre enero y junio de este año fue de 7,698 gigavatios-hora, en comparación con los 11,969 gigavatios-hora del mismo período en 2022.

Lo pozos forman parte de la infraestructura básica para la obtención de agua y son ejemplo perfecto del binomio energía-agua. Foto:María Z. Flores López
Lo pozos forman parte de la infraestructura básica para la obtención de agua y son ejemplo perfecto del binomio energía-agua. Foto:María Z. Flores López

El verano mexicano, caracterizado por altas temperaturas, ha incrementado la demanda eléctrica debido al uso generalizado de aire acondicionado y ventiladores. Además, la mayoría de los sistemas de abastecimiento de agua dependen de la energía eléctrica, lo que resulta en una vulnerabilidad ante cortes de energía que afectan la extracción y distribución de agua.

Lamentablemente, existe un desconocimiento generalizado de esta situación entre las autoridades, gestores y comunidades, lo que impacta negativamente en la disponibilidad de estos recursos cruciales. Urge la implementación de mecanismos preventivos y de gestión de riesgos, incluyendo la educación ciudadana y la mejora de la capacidad de adaptación. Ejemplos exitosos incluyen fondos de reserva y adquisición de seguros, acompañados de políticas públicas que aseguren servicios de agua y electricidad a corto y largo plazo. Estas políticas deben priorizar a las poblaciones vulnerables, reducir la desigualdad y fomentar tecnologías renovables y menos contaminantes en el tratamiento y distribución del agua.

El binomio agua-energía, invisible pero esencial, es el cimiento sobre el cual descansa nuestro bienestar y desarrollo. Reconociendo su interconexión y trabajando hacia soluciones innovadoras, podemos esperar construir un futuro más sostenible y resiliente para todos.

*Investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y miembro de la comunidad 1.5 grados para salvar al planeta.

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