Alejandro Morales Ramírez

Integrante del Comité de Planeación del CICM

“No hay viento favorable para quien no sabe a dónde va”. Esta frase, de Séneca, ha perdurado en el tiempo por la simpleza con la que refleja la importancia de tener definido un propósito que sirva de referencia en nuestra vida cotidiana.

El futuro deseado puede corresponder a eventos concretos como alcanzar una marca deportiva, escribir un libro o llegar a marte, pero también a ideas más complejas, como la calidad de vida. En cualquier caso, las posibilidades de éxito serán mayores si se cuenta con un plan. En el ámbito de las ciudades, su progreso implica previsiones sobre la organización del territorio y las infraestructuras requeridas para integrarlo, las cuales es necesario documentar a través de Planes o Programas de Desarrollo Urbano. ¿Los tenemos?

Las horas ocupadas en trasladarnos, las fallas en el suministro de agua o energía, la escasa disponibilidad de espacios públicos, así como los daños por desastres naturales, en parte son causados por el crecimiento desordenado y la falta de infraestructura, que a su vez tienen su antecedente en deficiencias en los procesos de planeación. En una perspectiva espacial, la unidad básica de planeación son los Programas Municipales de Desarrollo Urbano (PMDU). En México, la facultad de formular estos instrumentos recae en los gobiernos municipales, pero solo 663 municipios, el 27% del total nacional, cuenta con ellos (datos a marzo de 2023, proporcionados por la SEDATU a través del INAI).

Desde luego este indicador es cuestionable si se considera que más de la mitad de los municipios son rurales; es decir, donde la mayor parte de la población se ubica en localidades de menos de 2,500 habitantes. En efecto, en este tipo de municipios, los que cuentan con PMDU son apenas el 18%.

Pero aún si se elimina este sesgo y la cuenta se realiza con los municipios que no son rurales, los que disponen de un programa representan solo el 37%. Más aún, si el análisis se limita a los municipios eminentemente urbanos (con la mayoría de la población en localidades de más de 50 mil habitantes), la cobertura apenas supera el 54%.

Por otro lado, la existencia de un Programa de Desarrollo Urbano por sí solo no asegura su vigencia en términos de que correspondan con las necesidades actuales. En este sentido, 26% de los PMDU pueden inferirse como obsoletos pues muestran antigüedades mayores a 20 años, en tanto que solo 33% podría considerarse actualizado al tener menos de 10 años de haber sido publicados.

Los efectos de no contar con un Programa de Desarrollo Urbano adecuado no es un problema que ataña únicamente a los gobiernos municipales, sino que fundamentalmente incumbe al conjunto de la sociedad por los efectos que tiene en la calidad de vida y el bienestar. Considerando la población por municipio a 2020, más de 43 millones de personas habitan en municipios que no cuentan con un plan. Si además se suman a quienes residen en municipios con PMDU desactualizados, entonces son más de 84 millones de personas cuyo territorio, literalmente, está a la deriva.

El futuro de nuestras ciudades requiere de certezas en cuanto al ordenamiento territorial y la dotación de infraestructura y equipamiento. Hagamos planes.

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