El objetivo principal de los sistemas de movilidad es la accesibilidad: la capacidad de satisfacer nuestras necesidades e interactuar con los demás en nuestro entorno, la razón de ser de las ciudades. El costo de la accesibilidad, sin embargo, no es menor. En términos ambientales, el sector transporte aporta el 22% de las emisiones de gases de efecto invernadero en México.
Cargo: Secretario del Comité de Planeación
Los efectos de este fenómeno, que amenaza con aumentar las temperaturas globales, son tan variados como nos podamos imaginar. De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, las crecientes temperaturas están alterando irremediablemente nuestros sistemas naturales, generando climas más extremos que forzarán el desplazamiento de millones de personas. Reducir emisiones es imperativo.
Una buena noticia -si así la podemos catalogar- es que ya contamos con un abanico extenso de soluciones. Si la generación de emisiones depende (1) de las distancias que recorremos en cada viaje, (2) del consumo de combustible de los sistemas que soportan nuestros viajes, y (3) de la emisión de CO2 por cada unidad de combustible consumida, entonces podemos identificar al menos tres grandes áreas de oportunidad.
Reducir distancias de viaje es probablemente la solución más evidente. Si viajamos menos nuestro consumo de combustible también disminuye. Entonces, ¿Cómo reducir distancias y procurar accesibilidad al mismo tiempo? Estrategias de desarrollo orientado al transporte, donde los usos de suelo se reorganizan junto con los sistemas de movilidad, es una de las respuestas. Estas estrategias ya han sido implementadas antes. En la Ciudad de México, por ejemplo, la terminal de Ciudad Azteca se transformó en 2009 en un centro recreativo, comercial, de salud y de transferencia modal. La terminal se convirtió en un destino en sí mismo al acercar nuevas oportunidades a los habitantes de la zona.
Cambiar los medios que utilizamos para trasladarnos por otros menos intensivos en el uso de energía, como los no motorizados y/o compartidos, es otra de las opciones. En este sentido, se requieren esfuerzos importantes de política pública que permitan redistribuir recursos para la planeación de sistemas de transporte público, así como para la reasignación del espacio público que permita servir a personas en bicicleta de forma segura. En 2020, por ejemplo, durante la pandemia por COVID-19, se documentó que al menos 10 ciudades mexicanas implementaron ciclovías emergentes como nuevas alternativas de movilidad. La de avenida Insurgentes, en la Ciudad de México, probó ser un éxito. Algunos meses después de su implementación los viajes en bicicleta aumentaron en un 275%. Actualmente, esta ciclovía ya cuenta con infraestructura permanente.
Mejorar la eficiencia de los vehículos, por último, también tiene el potencial de reducir -e incluso eliminar- emisiones de manera importante. Los vehículos eléctricos, siempre que sean alimentados por fuentes renovables, representan el ejemplo más claro. Aunque uno de los retos más importantes de este grupo de estrategias es tecnológico, en muchos casos estos vehículos ya han probado ser económicamente competitivos. Por lo tanto, se requiere también de políticas que reorienten al mercado y marquen la pauta para su incorporación. Sistemas de transporte público en la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y León, así como empresas de ‘ridehailing’ -como Beat y Uber-, ya se encuentran operando flotas de vehículos eléctricos con planes ambiciosos de expansión.
La implementación de este grupo de estrategias -reducir, cambiar y mejorar- no se puede entender de manera aislada, sino todo lo contario. Por ejemplo, reducir distancias de viaje, además de abatir la demanda de energía, puede también incentivar el uso de la bicicleta. La introducción de autobuses eléctricos, además de mejorar la eficiencia de los vehículos, aumenta la calidad del servicio de transporte público.
Sin embargo, con base en la revisión de los compromisos establecidos en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas de cada país, la asociación para el transporte sostenible y bajo en carbono -SLOCAT, por sus siglas en inglés- encontró que cerca del 52% de los compromisos se enfocan en estrategias de Mejorar, 38% en Cambiar, y tan solo 10% en Reducir. Es decir, existe un enfoque predominante en mejorar la eficiencia de los vehículos al tiempo que se subestima el potencial de planear ciudades compactas con distancias reducidas.
La evidencia sugiere cada vez con mayor certeza que solamente la electrificación de los sistemas de movilidad no será suficiente para reducir nuestras emisiones a tiempo. Transitar hacia ciudades cero emisiones, transversalizando la equidad y justicia social en el proceso, se conseguirá mediante la combinación de estrategias que garanticen acceso a oportunidades por igual al tiempo que minimizan nuestro impacto ambiental. Ese es nuestro reto.
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