María Teresa Solís Trejo
“El cometa se eleva más alto en contra del viento, no a su favor.”
Winston Churchill


El sector turismo a nivel global fue uno de los sectores más afectados como resultado de la pandemia del Covid-19. La competitividad del turismo de México enfrenta desafíos particularmente complejos.

México es visto en el mundo como una potencia turística internacional. En 2019 México logró un 7º lugar en términos del número de turistas internacionales que lo visitaron y 17º en el ingreso de divisas. Como resultado de la pandemia del Covid-19 la actividad turística se contrajo de manera precipitada, con pérdidas que se estiman en 2.4 billones de dólares en 2020.

En el 2020 el turismo de México tuvo una caída de 46% en sus flujos turísticos internacionales, lo que representó 20 millones de turistas extranjeros menos que en 2019 y una pérdida superior a los 13 mil millones de dólares. Paradójicamente, en ese mismo año México ocupó el tercer lugar en el ranking internacional en llegada de turistas, lo cual fue resultado de una serie de condiciones coyunturales, como son su cercanía y condición fronteriza con los Estados Unidos, principal país emisor de turismo en el mundo; las restricciones a los viajes internacionales establecidas ante la pandemia por la mayoría de los países en Europa, Asia, Latinoamérica y Oceanía y la ausencia de restricciones a los viajes adoptada por México.

Sin embargo, la reflexión sobre la situación del turismo del país necesita observar más allá de las coyunturas. Un concepto que vale la pena recordar, es el de la competitividad turística. También, considerar un tema crítico para el país y para la comunidad internacional: la disrupción climática.

El Foro Económico Mundial mide cada dos años, desde 2007, la competitividad turística de los países, con una metodología que ha evolucionado en el tiempo y comprende 95 indicadores agrupados en catorce grandes temas que sostienen la capacidad de los países para competir exitosamente en esa industria:

1. Entorno de negocios,

2. Seguridad,

3. Sanidad e higiene,

4. Recursos humanos,

5. Tecnologías de la información,

6. Prioridad de los viajes y el turismo,

7. Apertura internacional,

8. Competitividad en precio

9. Sustentabilidad ambiental

10. Infraestructura de aerotransporte

11. Infraestructura terrestre y portuaria

12. Infraestructura de servicios turísticos

13. Recursos naturales

14. Recursos culturales

De 2007 a 2019 México logró, con altibajos, escalar en dicho Índice de Competitividad Turística, de la posición 49 a la 19 de 140 países. Dentro de los aspectos mejor calificados en la última medición destacan sus recursos naturales, sitios culturales patrimonio de la humanidad, oportunidad de sus reportes estadísticos. Dentro de los aspectos por resolver destacan la confiabilidad de los servicios policiacos, los costos resultantes del crimen y la violencia, las tasas de homicidio y el número de especies en peligro de extinción.

El Foro Económico Mundial no ha publicado los resultados del índice para 2021, pero es claro que gran parte de la tarea está aún por hacer.

Hacia el cierre de 2021 México -al igual que el resto de los países de Latinoamérica- enfrenta un entorno externo e interno particularmente complicado: aumento significativo de la población en condiciones de pobreza, limitado margen de maniobra presupuestal de los gobiernos -mientras Europa y Estados Unidos destinan cuantiosos presupuestos a la reactivación económica, transformación digital y sostenible- así como la incertidumbre sobre la evolución de la pandemia.

A estos retos, junto con la evolución del Covid-19 hay que agregar la vulnerabilidad de nuestro país a cambio climático.

México, cuenta con 11 mil kilómetros de playa, un portafolio de oferta turística concentrado en destinos de sol y playa y fenómenos como el sargazo, erosión de playas, huracanes y tormentas más frecuentes y con mayor intensidad. Por ello, la agenda pública necesita colocar la adaptación a cambio climático en la lista de prioridades más altas para sostener la competitividad del país.

Encontrar y ejecutar soluciones implica un cambio mental, adoptar nuevos paradigmas, perspectivas y herramientas. En ese sentido se inserta la narrativa hacia una nueva y mejor forma de capitalismo, en donde el sector privado tiene un papel protagónico en la generación de soluciones. El nuevo paradigma presenta a las empresas como vehículos de solución de retos económicos, pero también ambientales y sociales, capaces de satisfacer a sus accionistas y al resto actores del ecosistema de negocios y de las localidades en que se asientan: clientes, empleados, proveedores y residentes, Este cambio implica también un nivel distinto de interlocución con las autoridades y sector financiero local, regional e internacional.

Un punto de inflexión para este cambio consiste en hacer visibles los sesgos que esconden la rentabilidad de las inversiones enfocadas a prevención y adaptación al cambio climático. Avanzar en la medición de la huella de carbono para las empresas, pero también para las  localidades turísticas, hará evidente ante el público, el sector corporativo y los organismos reguladores, qué inversiones encubren externalidades negativas para los actores vinculados directa o indirectamente con su operación. Los gobiernos tendrán también mejores incentivos para generar políticas con una visión de largo plazo, de sostenibilidad y auténtico desarrollo, así como apertura para colaborar con otros actores de la sociedad de una manera más incluyente.

En el sector turismo, como ejemplo del inicio del cambio, gracias al apoyo de la agencia de desarrollo alemán, GIZ, y al trabajo colaborativo con el sector turismo, público y privado, se cuenta con una Guía para inversiones inmobiliarias adaptadas al cambio climático que vale la pena tomar en cuenta en la cartera de proyectos programados del 2022 en adelante.

En el mismo sentido, la sostenibilidad de los destinos turísticos del país exige desarrollar mecanismos de colaboración que abrevien la brecha entre el crecimiento de las ciudades turísticas, y los servicios públicos de apoyo que determinan la calidad de vida de los residentes: movilidad urbana y carretera, presas, drenaje, provisión y tratamiento de agua, tecnología de la información, electrificación, sistemas de vigilancia, acondicionamiento de espacios públicos y obras para prevención de riesgos. En los Estados Unidos, tras años de postergar inversiones en infraestructura, el pasado noviembre se logró aprobar un plan de infraestructura federal de 1.2 billones de dólares (trillones americanos) para ese propósito.

En ausencia de un paquete similar de inversión multimillonario en infraestructura, es preciso acudir a las recomendaciones de los organismos internacionales de desarrollo para cubrir dichos rezagos, mediante esquemas de financiamiento que permitan aprovechar el capital privado para hacer hoy las inversiones que requiere la sociedad, con esquemas creativos para su recuperación en el mediano plazo. Es más costosa la ausencia de esas inversiones, que encontrar los mecanismos para asumirlos en forma colaborativa.

La solución es compleja pero posible. México sigue teniendo factores estructurales a su favor para desarrollas su enorme potencial turístico, y existen herramientas financieras, tecnológicas y de colaboración público-privada-sociedad que pueden reactivar la economía, a la vez que transformar los modelos de producción y operación hacia la sostenibilidad y la inclusión.

En ese sentido apuntas las recientes recomendaciones de la OCDE para la recuperación sustentable del sector turismo tras el impacto de la pandemia:

“Reconocer el valor de un diálogo estrecho entre gobierno, industria y sociedad civil en el desarrollo, implementación y fases de monitoreo.

Basarse en evidencia e identificar claramente los roles, funciones e interacciones de actores clave públicos y privados y acercarlos de una manera efectiva.

Considerar de una manera amplia las compensaciones y complementariedades entre áreas de política, incluyendo transporte, medio ambiente, cultura, seguridad, educación, agricultura, nuevas tecnologías, transformación digital y la política económica

Usar al turismo como motor de crecimiento incluyente, para crear trabajos de calidad, oportunidades de desarrollo de negocios y de desarrollo regional, mitigar impactos negativos en comunidades locales y distribuir sus beneficios entre más personas y territorios” (*)

El sector turístico puede ser un aliado particularmente útil en la recuperación y transformación del país. La industria turística de México ha desarrollado redes eficientes de colaboración nacional e internacional que cubren las dos penínsulas, las grandes ciudades, diversas urbes medianas del interior con gran valor cultural, localidades a lo largo de la frontera y 132 Pueblos Mágicos.

El turismo, si así lo decidimos, y a pesar de haber sido severamente afectado, puede ser el catalizador de la recuperación de buena parte de las comunidades de nuestro país.
 

(1) “Managing Tourism development for sustainable and inclusive recovery”. OECD Tourism Papers, 2021/01. OECD Publishing, Paris p. 18.

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